Pocos artículos me han alarmado e indignado tanto en mi vida como la exclusiva publicada por The Washington Post ayer en la que denuncia que Donald Trump se ha reunido con representantes de la industria de los combustibles fósiles de los Estados Unidos en su residencia de Mar-a-Lago, y que les ha ofrecido, a cambio de mil millones de dólares en donaciones para su campaña, eliminar todos los programas de descarbonización y fomento de la movilidad eléctrica y todas las restricciones a nuevas explotaciones «desde el día uno de su mandato».
Si hay un artículo que de verdad debes leer en la prensa de hoy, es ese. Estamos hablando de la mayor irresponsabilidad que he visto cometer a político: vender el futuro de la humanidad en el planeta a cambio de dinero para poder llegar a ocupar de nuevo el sillón presidencial en la Casa Blanca. Un absoluto imbécil capaz de calificar todo el bagaje de rigurosísima y completamente inequívoca investigación científica sobre la emergencia climática como de «hoax», que dice directamente y sin ambages a la industria del petróleo que no se preocupen, que él derogará todas las políticas actualmente vigentes sobre fomento de los vehículos eléctricos, de una energía eólica que odia o de la energía solar, así como las protecciones a espacios naturales. Además, autorizará nuevas explotaciones petrolíferas sin restricción alguna en lugares como Alaska o el Golfo de México, el incremento de las exportaciones de gas natural, y eliminará las restricciones a las emisiones de vehículos.
Joe Biden no es un santo, ni mucho menos. Además de muchas cuestiones generales de su política exterior, la industria de los combustibles fósiles ha logrado bajo su mandato tener los beneficios más elevados de toda su historia. Pero a pesar de haber invertido más de cuatrocientos millones de dólares en lobbying con la Administración Biden, ha tenido que ver cómo iban progresando cada vez más restricciones y más medidas para fomentar la descarbonización y para favorecer la transición energética hacia las renovables, algo que les irrita poderosamente. Para compañías como Chevron (sí, la del aquel anuncio parodia que nunca pareció más verdadero), Exxon o Shell, aportar ahora mil millones a la campaña de Donald Trump es una apuesta sobre seguro, es garantizar que en el caso de que los norteamericanos sean tan absoluta y radicalmente irresponsables como para elegir a semejante tipo, van a poder retrotraer todas las normas que, al menos, dan pasos hacia un mundo sostenible, y van a poder hacer absolutamente lo que les dé la gana, con carta blanca total e ilimitada. Carta blanca para destruir a la humanidad a cambio de beneficios a corto plazo.
Que cada vez más personas en los Estados Unidos y en el mundo experimenten cada vez más catástrofes naturales de todo tipo debido a la emergencia climática es algo que a Donald Trump y a la industria del petróleo les trae completamente sin cuidado. Un auténtico imbécil que solo pretende volver a la Casa Blanca para arreglar sus muchos problemas con la Justicia y garantizarse inmunidad, sea a costa de lo que sea. Los Estados Unidos se han convertido en el país en el que todo está en venta, incluyendo todo lo que no es suyo.
El mundo asiste, completamente horrorizado, a cómo las encuestas afirman que los norteamericanos están dispuestos a volver a votar al imbécil que garantiza fehacientemente la caída de su dominio mundial y el incumplimiento de todos los tratados medioambientales ahora precisamente que parecíamos haber alcanzado el que sería el pico máximo de contaminación en la historia de la civilización humana, y que ya estaba descendiendo sin que ello supusiese un menor crecimiento económico. Un drama que no debería poder producirse bajo ningún concepto, y que esperemos que alguien pueda detener sea de la manera que sea, porque estará completamente justificada.
Dejar una contestacion