Vehículo eléctrico, infraestructuras de carga y cambio de mentalidad

A pesar de que los Estados Unidos han sido tradicionalmente uno de los países desarrollados más refractarios al desarrollo del vehículo eléctrico, las cifras dicen que 1.2 millones de estadounidenses adquirieron un vehículo eléctrico durante el año 2023, una cifra récord, y algunos estudios afirman que uno de cada dos conductores están pensando comprar un vehículo eléctrico en los dos próximos años.

Las cifras, en cualquier caso, son muy interpretables, como lo es la realidad de un país muy grande y con un contraste brutal entre sus costas y su zona central, los llamados deep USA. Mientras la Secretaria de Estado de Energía, Jennifer Granholm, afirma desde Washington que está segura de que más y más norteamericanos van a enamorarse de los vehículos eléctricos, muchos otros conductores, particularmente en zonas rurales, afirman que no les generan ningún interés.

Y mientras las ventas de eléctricos siguen aumentando, la instalación de cargadores, tras cuantiosas inversiones gubernamentales, también siguen el mismo curso: según Pew Research Center, el 64% de los norteamericanos ya viven a menos de dos millas de una de las más de 61,000 estaciones de carga pública registradas en febrero de este año, con planes de que llegue a haber un mínimo de cuatro cargadores rápidos cara cincuenta millas en las carreteras del Interstate Highway System.

Sin embargo, la evolución de ambas cifras genera una confluencia curiosa: a pesar del incremento en el número de cargadores, si en 2016 había siete vehículos eléctricos para cada cargador, ahora la cifra supera los veinte, contrasta con otros países como Corea del Sur (tres vehículos por cargador), los Países Bajos (cinco), o China (ocho). A nivel global, la media es de once, pero la cifra es muy poco ilustrativa porque depende de los dos componentes, número de vehículos y número de cargadores. De hecho, en el país líder en penetración de vehículos eléctricos, Noruega, la cifra es de treinta y cuatro vehículos por cargador.

La realidad es que, en la práctica, el 80% de los vehículos eléctricos se recargan en casa la inmensa mayoría de las veces. Si tienes un vehículo eléctrico y un garaje propio, cargarás en casa el 99% de las veces, y la recarga en cargadores públicos podría llegar a suponer únicamente un posible problema cuando viajas en momentos punta, un problema sobre el que a muchos que desconocen la experiencia del vehículo eléctrico disfrutan exagerando. En España, por ejemplo, se hizo viral una imagen de varios vehículos Tesla esperando para cargar en un supercargador en el que, excepcionalmente, había varias plazas estropeadas – llevo más de cuatro años conduciendo un Tesla y nunca me he encontrado plazas estropeadas – en la vuelta de un período vacacional, cuando a poca distancia había varios supercargadores más que, aunque eran de otras marcas, podrían haber sido utilizados para cargar sin necesidad de esperar.

¿Las razones para esperar por una recarga? La comodidad para un vehículo Tesla de recargar en la red de Tesla es insuperable: literalmente, llegar, enchufar y nada más. Si tienes que recargar en un punto de otra red, necesitas asegurarte de tener una app descargada, de haberla configurado adecuadamente (con procesos de onboarding a veces desesperantes), y de que el mantenimiento de los puntos de recarga esté al día. ¿Frustrante? Puede serlo, pero hablamos de una circunstancia que no solo es susceptible de producirse en muy escasas ocasiones, sino que además, dejará de producirse a medida que los puntos de recarga se hagan tan ubicuos como las gasolineras. En Alemania, de hecho, es obligatorio que las gasolineras ofrezcan puntos de recarga eléctrica.

Frente a las supuestas pesadillas con las que muchos pretenden ralentizar la adopción del vehículo eléctrico, la realidad es que la única razón para no inclinarse por ellos es la falta de un garaje en el que recargarlo… y no siempre. Algunos amigos que aparcan en parkings públicos que no les permiten instalar un cargador en su plaza recargan rutinariamente en puntos de recarga públicos, y planificándose de manera ordenada, resulta perfectamente viable, y no terriblemente distinto de lo que supone la necesidad de detenerse periódicamente a echar gasolina.

En cualquier caso, si incluso los Estados Unidos, un país tradicionalmente petrol-head y con gasolina barata, está avanzando en su adopción, es momento de ir repensando la transición tecnológica de la automoción… que va a tener lugar bastante más rápido de lo que muchos piensan.

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