El ajedrez se ha utilizado muchas veces como metáfora o para establecer analogías con otros aspectos de la vida (no siempre afortunadamente). Por mi parte, encuentro que, en medio de la revolución de la inteligencia artificial, hay muchos aspectos del ajedrez que sí nos pueden ser útiles para ilustrar realidades o para anticipar el futuro en muchos ámbitos. Y es que el ajedrez, como repositorio simbólico del intelecto humano, ha sido superado ya hace muchos años por las herramientas de computación, desde la legendaria victoria de Deep Blue sobre Kasparov en 1997. Y, pese a todas las voces que ya en aquel momento anticiparon el progresivo desinterés por lo humano del juego desde entonces, lo cierto es que hoy el ajedrez goza de extraordinaria salud. Es cierto que las computadoras se han integrado en la práctica diaria, siendo imprescindibles hoy en el entrenamiento de los jugadores humanos de cualquier nivel; y también lo es que algunas voces se lamentan de que el ajedrez hoy es menos espontáneo que en el pasado, como si ya los jugadores no pensaran por sí mismos, sino siguiendo los consejos de un programa informático (confieso que algunas de estas voces no dejan de rememorarme a aquellas que también predican contra el fútbol moderno…). En cualquier caso, nunca como hoy ha habido tantos/as jugadores/as de ajedrez y de más nivel, nunca más torneos, y nunca las grandes estrellas han sido más populares. Podríamos decir que, tras un tiempo de adaptación, los seres humanos hemos situado a lo artificial en un lado y seguimos manteniendo el interés en nuestros iguales, que son quienes nos siguen emocionando con todos sus errores: nadie presta o prestaría interés a una competición entre máquinas.
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