Mi vida descarbonizada: la autosuficiencia era esto

Cuando en mi casa decidimos tomar la decisión de desconectarnos del gas, adquirir un vehículo eléctrico, poner un inversor y diecisiete paneles solares en el techo, e instalar una bomba de calor y dos módulos de una batería Luna de Huawei, estas cuentas son las que teníamos en la cabeza.

Desde hace un par de años, esta es la situación entre aproximadamente abril-mayo y mediados-finales de octubre: el sol cubre todo el consumo de la casa (los picos ocasionales son mínimos, escasamente significativos, y pueden corresponder a la bomba de calor calentando agua, a un hervidor para hacerse una infusión, etc.), permite cargar completamente la batería del coche (que llenamos generalmente hasta el 70%, más que de sobra para un uso diario en el que rara vez bajamos del 50%, salvo cuando viajamos), y lo mejor, la batería es perfectamente capaz de responder a todo el consumo nocturno, lo que implica que a pocas horas de habernos levantado, vuelve a estar llena otra vez.

La captura superior responde a mi curva de ayer: el día anterior fui a Segovia a dar una clase, así que había que cargar el coche un poco más de lo normal. Aún así, dado que la batería de la casa ya estaba llena relativamente temprano, pudimos cargar el coche hasta el 80%, y levantarnos esta mañana (los tres gráficos de abajo) con los deberes ya hechos, de nuevo cubriendo todo nuestro consumo, y simplemente dedicándonos a verter electricidad a la red. La autosuficiencia era esto, y francamente, está muy bien: superior al 99% día sí, día también. Una tranquilizadora sensación de abundancia energética.

¿Las facturas? El mínimo. El término fijo, y algunos gastos adicionales como seguros de asistencia, alquiler de equipos de medida e impuestos. Como media desde que hicimos esto, unos cuarenta euros mensuales, y ello teniendo en cuenta que buena parte de la energía que devuelvo a la red no me la pagan, porque la compañía solo compensa como máximo el equivalente a tu consumo, y el nuestro es, debido a esa autosuficiencia, prácticamente mínimo. De hecho, si por cualquier razón tuviese que cargar el coche cuando no resulta óptimo por la razón que sea (día lluvioso, viaje o simplemente olvido), estaría cubierto y me saldría también gratis. Incluso si decidiese incrementar mi consumo eléctrico por la razón que fuese (un segundo vehículo eléctrico, una climatización más ambiciosa, etc.) tendría como grados de libertad la posibilidad de seguir añadiendo paneles en el tejado, y la de añadir un módulo más a la batería.

La única cuestión que hay que tener en cuenta, aparte de hacer un buen dimensionamiento, son los cambios de rutina. Mientras en invierno programamos la carga del coche por las noches, porque la bomba de calor suele consumir los excedentes de energía durante el día, en verano eliminamos esa programación, y simplemente lo ponemos a cargar manualmente una vez que se ha cargado la batería de la casa. Algo fácil de recordar, que se hace simplemente desde la pantalla del teléfono, y que no cuesta nada. Con eso, circulamos todos los días con la energía del sol. Así que lo mejor de pagar solo cuarenta euros de luz es que, además, incluyen lo que antes eran las facturas de electricidad, del gas y de la gasolina. Imbatible. Y eso, cada verano, durante un buen montón de años.

Claramente, una buena decisión.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*