Nadie hubiese imaginado hace un cuarto de siglo que una simple demo técnica, aquella en la que Luigi entraba en una mansión encantada para rescatar a su hermano Mario, acabaría deviniendo en una de las franquicias con más solera de Nintendo. Aquel vídeo de demostración se basaba en una idea tan descabellada como la de convertir el terror, tan de moda en los videojuegos de finales de los 90, en una comedia esperpéntica con fantasmas y un héroe que se enfrentaba a sus miedos con una aspiradora.
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