Actualizando nuestras expectativas sobre la descarbonización

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «Acelerando la descarbonización» (pdf), y trata de aprovechar algunos datos recientes sobre el proceso y los planes de descarbonización en algunos países para permitirnos actualizar nuestras expectativas.

Portugal es un caso interesante con una problemática que resulta muy habitual: no es un productor de petróleo, pero posee condiciones adecuadas para un buen nivel de generación eléctrica mediante fuentes renovables, si se invierte en las infraestructuras adecuadas. Pues bien, las estadísticas del año 2023 reflejan que fue capaz de conseguir que las energías solar y eólica representasen el 40% de su generación total, con todo lo que ello conlleva en términos de ahorro ya no solo de emisiones, sino también de déficit en la balanza comercial. Pero el caso de su vecina, España, es todavía más interesante: en 2023, las energías renovables superaron por primera vez el 50% de la generación total. El progreso de los distintos países en el mundo es un listado que no deja de tener su interés.

En Canadá, la cuarta provincia más grande, Alberta, va a otro ritmo y responde a hitos diferentes, pero también ha logrado algo reseñable: desconectar de su red de generación la última de las centrales de carbón. Es un caso interesante porque demuestra que eso es posible de manera razonablemente rápida: en el año 2000, el carbón representaba nada menos que un 80% de su generación eléctrica, y una década después, en 2010, todavía era de más de un 60%. Ahora, por primera vez en 150 años, la electricidad en Alberta está libre del uso de carbón, el combustible más contaminante. Y eso, además de representar menos emisiones nocivas, supone un ahorro importante: el precio del carbón se ha puesto por las nubes, la mejor forma de disuadir de su uso.

Pero la caída del carbón es, afortunadamente, algo generalizado: incluso el idiota redomado de Donald Trump, que al principio de su campaña electoral anterior se alineó con los mineros y convirtió el «Trump digs coal« en un elemento de su campaña, vio cómo durante sus cuatro años de mandato, la generación de electricidad mediante carbón caía en un 38%. Ser sucio ya no sale a cuenta.

En el Reino Unido, durante los primeros cinco meses de 2024, han cumplido con otro hito: por primera vez, la suma de la generación solar y eólica ha superado a la del gas, que sigue en franco retroceso desde que la brutal invasión rusa de Ucrania lo convirtió en un activo con un suministro sometido a riesgo estructural. Así, los planes del nuevo gobierno laborista, que cuenta con una enorme mayoría que le permitirá, al menos en teoría, ejecutar sus planes, son impresionantes: pretenden duplicar las instalaciones de energía eólica en tierra, triplicar las de energía solar, y cuadruplicar las de eólica marina para el año 2030

¿A alguien le extrañan este tipo de cosas? Las energías renovables, y sobre todo la solar, es la forma más barata de generar electricidad de la historia, y además, una vez construidas las infraestructuras de generación, que son cada vez más baratas, duran décadas sin prácticamente mantenimiento. Y el potencial de generación a nivel mundial es enorme, y en muchos países, aún brutalmente por debajo de sus posibilidades. A nivel global, hay grandes áreas de África, del Medio Oriente, de América y de Asia que tienen un gran potencial al que aún no se extrae demasiado partido. Y en Europa, aunque Alemania es actualmente el principal productor de energía solar en Europa, España tiene la el potencial de generación más elevado de toda la región, gracias a la abundancia de sol durante todo el año y al espacio adecuado disponible para instalaciones de parques solares, muchos de los cuales  pueden además convivir con otros usos como la agricultura y la ganadería. 

Y si la generación de energía es el principal productor de emisiones, el transporte es el segundo. De esas emisiones, el 45.1% corresponde al automóvil, que se descarbonizará exclusivamente mediante baterías, y será además ya más barato que los vehículos de combustión (ya lo son en el mercado chino) tanto en precio inicial, como por supuesto, en coste total de propiedad (ya lo es desde hace tiempo). Atrás quedaron las pretensiones absurdas sobre automóviles con pila de hidrógeno, ya completamente descartadas, aunque aún hay compañías que aún aspiran, impulsadas en general por una industria del petróleo que pretende fundamentalmente colocar su producción de hidrógeno sucio, a que tenga algún papel en el transporte por carretera, que supone el 29.4% de las emisiones. En general, las baterías siguen creciendo debido a factores como la evolución tecnológica, que logra seguir haciendo descender su coste y multiplicar su capacidad, con tecnologías como las baterías de sodio y de estado sólido jugando un gran protagonismo.

Para la aviación y el transporte marítimo, con un 11.6% y un 10.6% de las emisiones respectivamente, el reto es mayor, y puede incluir desde el amoníaco hasta los combustibles sintéticos, con variables niveles de adopción, a la espera de que la evolución de las baterías logre completar el ciclo de eficiencia necesario para esos usos. 

¿Qué es importante entender? En primer lugar, que las renovables no tienen ideología, no son de derechas ni de izquierdas, y que cualquier partido que se oponga a ellas solo está haciendo demagogia estúpida y sin sentido. A ver si conseguimos que este mensaje cale, y que los electores comiencen a penalizar a los que, por puro populismo, difunden mitos y falsedades sin sentido, a los que explotan ideas preconcebidas y a los que alimentan el miedo al cambio. Porque la descarbonización es el único camino, y cuanto antes lo recorramos, mejor para todos.

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