El greenwashing de Amazon: cuando tus propios empleados te sacan los colores

Hace dos días, el departamento de comunicación de Amazon publicó un informe en el que anunciaba que la compañía había logrado su objetivo de consumir únicamente energías renovables para el 100% de sus actividades, y que lo había hecho, además, siete años antes de lo previsto.

Inmediatamente ha surgido una plataforma activista, Amazon Employees for Climate Justice, que agrupa a empleados de la compañía, y ha publicado también su informe, titulado «Burns trust: the Amazon unsustainability report«, en el que afea a la compañía su evidente greenwashing, y afirma que, en realidad, el porcentaje de energía renovable consumido por la compañía tan solo alcanza para cubrir en torno al 22%, que no es precisamente una «pequeña diferencia» ni un «error de redondeo».

¿A qué se debe esa brutal discrepancia entre una compañía que afirma que toda su energía proviene de fuentes renovables y sus empleados, que afirman que poco más de una quinta parte cumple ese requisito? Cuidado, que esto se complica: claramente, del uso de los créditos de compensación de dióxido de carbono, también conocidos como Renewable Energy Certificates, o simplemente RECs. La compañía compra suficientes créditos como para compensar sus emisiones, pero no lo hace de manera, digamos, «ordenada», sino simplemente para cumplir el requisito y poder afirmar lo que afirma. ¿Es maquillaje? No, es simplemente una forma de utilizar prácticas habituales en todas las industrias (contaminantes), pero que suponen una perversión de la intención inicial con la que se crearon las herramientas.

A pesar de su mala fama, los RECs están planteados para generar un mecanismo de mercado que ponga un precio a las emisiones, y dado que se supone que los mecanismos de mercado son los más eficientes, se puedan crear incentivos tangibles a la descarbonización, más allá de un «me descarbonizo porque soy muy responsable». La idea es que «te descarbonices porque te interesa». Sin embargo, como en tantas otras ocasiones, es también posible que se generen formas buenas y menos buenas de hacer las cosas.

¿Qué ocurre con esos RECs? Básicamente, que la intención de la herramienta es provocar un efecto empuje sobre las compañías que ofertan energía, de manera que si ven que hay una demanda de RECs muy elevada, construyan más infraestructuras para satisfacerla. Hasta aquí, todo bien. Pero… ¿qué ocurre si esos RECs se adquieren de forma desagregada, es decir, sin vincularlos específicamente a la red de suministro que va a alimentar cada centro de datos? Pues que esos RECs terminan no financiando nuevas infraestructuras de generación, sino llegando a infraestructuras que ya estaban construidas o comprometidas previamente. En ese caso, surge la paradoja: la compañía puede estar construyendo un centro de datos en una zona donde el proveedor de energía no tiene intención de descarbonizarse, y que al ver que se construye un nuevo centro de datos hambriento de energía, decide construir otra central térmica alimentada por combustibles fósiles, en las que posiblemente tenga más experiencia.

Según la plataforma de empleados de Amazon, por tanto, lo que la compañía está haciendo es greenwashing de libro. Adquirir RECs en zonas con una gran generación de renovables, para utilizarlos en otras zonas en las que toda la generación es no renovable, sin precisar en dónde se utilizan o a qué hora se utilizan (en horario pico o valle), por ejemplo.

¿Dónde está el problema? En primer lugar, que lo que estos empleados denuncian no es específico de Amazon, sino que es una práctica habitual de toda la industria, y posiblemente, de todas las industrias. Es, como tal, un fallo del sistema, un error de diseño. En el caso de Amazon y de la industria tecnológica en general, el problema es muy grave, porque hablamos de enormes consumidores de energía y de enormes generadores de dióxido de carbono que, además, debido a la llegada de la inteligencia artificial generativa, han disparado más aún su consumo de electricidad en un volumen muy elevado. Pero además, esto está ocurriendo, sin ningún género de dudas, en muchas otras industrias, lo que convierte a la propia herramienta de los certificados de energía renovable, o RECs, en todo un cómplice en el retraso de la descarbonización, en un peligro a la hora de cumplir con unos objetivos de los que dependemos todos.

¿Cómo va a contestar Amazon a las acusaciones de sus empleados? Simplemente, diciendo que la contabilización de créditos de emisiones que están haciendo entra dentro de las prácticas de compensación generalmente aceptadas por la industria… y a correr. ¿Donde está el problema? Que la industria, y me temo que todas las industrias, es están haciendo – o mejor dicho, nos están haciendo – trampas al solitario.

¿Quiere eso decir que debemos descartar los mecanismos que pretenden convertir las emisiones en un mercado y lograr un incentivo económico a la descarbonización? No, en absoluto. Pero sí parece que deberíamos ajustar su funcionamiento para vincularlos de manera más directa a los objetivos que pretenden conseguir: que los RECs tengan que incluir no solo la información bruta de cuántas emisiones compensan, sino que, además, deban tener información concreta de dónde se adquieren, y dónde y cómo se están compensando esas emisiones. Solo así lograremos alinear las variables que realmente importan. Y mientras tanto, estaremos, además de sacándole los colores a Amazon, poniendo las pilas a todas las compañías para que sepan que, si llevan a cabo estas mismas prácticas «difusas», les sacaremos los colores a ellos también.

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