La verdadera cara de TikTok

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «TikTok: los problemas crecen» (pdf), y trata de ilustrar la evolución del conflicto entre la red social propiedad de la compañía china ByteDance y el gobierno de los Estados Unidos.

Tras el ultimátum del gobierno norteamericano, que ha dado a ByteDance hasta enero de 2025 para vender la compañía o afrontar una prohibición de su actividad en el país, y la subsiguiente apelación de la compañía alegando infracciones a la libertad de expresión recogidas en la Primera Enmienda de la Constitución, el Departamento de Justicia ha contraatacado alegando que TikTok no solo representa una amenaza teórica, sino que además, su actividad podría permitir al gobierno chino influenciar y manipular procesos electorales en los Estados Unidos.

La denuncia del Departamento de Justicia norteamericano tiene seguramente que ver con el comportamiento de la red social china durante las recientes elecciones al Parlamento Europeo celebradas en Alemania, durante las que los algoritmos de recomendación de TikTok se dedicaron a escupir incesantemente contenidos del partido extremista Alternative für Deutschland (AfD) a todos aquellos que utilizaban la red, estuviesen o no buscando información relacionada con el proceso electoral. Semejante reiteración obsesiva de contenidos de ese tipo, caracterizados por ser fuertemente populistas, provocativos, exagerados y escandalosos – cuando no directamente falsos, racistas o rayar en el discurso del odio – genera un efecto de normalización y de asimilación de ideologías extremistas que es además bien conocido en los Estados Unidos, un país que ya sufrió los efectos del conocido como Proyecto Lakhta, una iniciativa coordinada directamente por Vladimir Putin y dotada con un importante presupuesto para manipular las elecciones presidenciales de 2016 utilizando redes como Facebook o Twitter, y situar a Donald Trump en la Casa Blanca, un conjunto de acciones por las que ya ha sido encausada una ciudadana rusa.

El resultado de las elecciones al Parlamento Europeo en Alemania no dejó lugar a dudas: AfD se convirtió en prácticamente el único partido que logró un ascenso significativo, con casi el 16% del voto y un incremento de cuatro eurodiputados que le permitió situarse como segundo partido con un total de quince. Temiendo un uso similar en los Estados Unidos, con campañas que se saltan todo tipo de trazabilidad y de control y en las que resulta imposible determinar qué parte está financiada por el propio candidato y cuál proviene de una actuación indebida de los algoritmos de recomendación de la propia compañía, el Departamento de Justicia ha preferido emitir esa advertencia, que ya veremos qué efectos tiene sobre la actividad de una compañía que, recordemos, no tiene su fecha límite para hacer cambios hasta enero de 2025, ya pasada la cita electoral estadounidense.

Cuidado, porque hablamos ya de que los problemas de TikTok se hacen mayores: una cosa es, por omisión, provocar daños psicológicos en la juventud estadounidense o convertirse en difusora de noticias falsas, y otra muy diferente es ser una herramienta utilizada a propósito para interferir en la democracia estadounidense por parte de un gobierno extranjero. Las acusaciones son distintas, las consecuencias también lo son. .

¿Es realmente TikTok una herramienta del gobierno chino para manipular procesos electorales? Después de ver el ejemplo de Alemania, me empiezan a quedar pocas dudas sobre ello. La radicalización, la polarización y el populismo en sociedades democráticas y consideradas razonablemente pacíficas no surgen solos, sino que son alimentados por este tipo de actores, que en muchos casos operan al servicio de gobiernos extranjeros con interés en la desestabilización. Años de práctica en los procesos electorales de las repúblicas ex-soviéticas han terminado por generar una constelación de regímenes pro-rusos en esos países y por servir como rodaje para operaciones similares en países mucho más estratégicos y con democracias consolidadas, que van desde las propias presidenciales norteamericanas al referéndum del Brexit británico o las Europeas alemanas, y que se ha convertido ya en una injerencia extranjera sistemática, en un factor fundamental a controlar en toda cita electoral.

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