La importancia de apostar por el almacenamiento

Cada vez son más las noticias que apuntan al enorme papel que las baterías van a jugar cada vez más en la estabilización del tejido de suministro eléctrico de los países.

A la experiencia de países como Australia o Canadá en el uso de grandes instalaciones de baterías para estabilizar la fluctuación de la demanda energética dando lugar a grandes ahorros, se unen cada vez más los Estados Unidos, con la construcción de instalaciones como el Edwards Sanborn Solar and Energy Storage Project, una enorme granja con más de 1.9 millones de paneles solares en el desierto de Mojave unidas a 120,000 baterías que le permiten almacenar 3,280 MW de energía.

Cuando el actual gobernador de California, Gavin Newsom, llegó al poder en 2019, el estado tenia una capacidad de almacenamiento de 770 MW. A finales de abril de 2024, anunció que había sobrepasado los 10,000 MW, suficiente como para cubrir el 20% de la demanda total. Para alcanzar el objetivo establecido de alimentarse completamente de electricidad renovable en 2045, tiene que llegar a los 52,000 MW, un objetivo muy razonable si consideramos que tan solo el pasado 2023 se añadieron a la red eléctrica 5,660 MW.

¿Dónde está el reto que hace necesaria esa inversión en almacenamiento? Las energías renovables pueden tranquilamente satisfacer casi toda la demanda energética de la red durante el día, pero el problema, como todos sabemos, es que la situación es muy diferente al mediodía y tan solo ocho horas después, una vez que el sol se ha puesto.

Pero eso, que para algunos políticos cortos de entendimiento era un problema irresoluble, resulta que no lo es. Al mediodía, hay tanta energía solar disponible que, básicamente, se está desperdiciando. Los precios de la electricidad pueden llegar a ser negativos. Más adelante en el día, las energías renovables caen rápidamente, y otras fuentes, como el gas natural, necesitan aumentar su participación para satisfacer la demanda. Sin embargo, el almacenamiento de energía está empezando a recuperar terreno y a contribuir a suavizar esa variación diaria. En estados como California, las baterías ya se han convertido en la fuente principal de energía cuando el sol ya se ha puesto, una señal de que el almacenamiento de energía que se ha instalado está empezando a desempeñar un papel en una red equilibrada y, sobre todo, expulsando a los combustibles fósiles, sensiblemente más caros.

En el diseño de la red eléctrica del futuro, las baterías juegan un papel cada vez más central. Esto requiere un importantísimo cambio de mentalidad en todos los implicados, acostumbrados a limitaciones tecnológicas que convertían ese diseño, en el que la energía solar más las baterías se convierten en la opción lógica y ganadora, en todo un reto. La realidad, sin embargo, demuestra que la tecnología ha estado a la altura de ese reto: el precio de las baterías ha descendido un 97% en las últimas tres décadas, y la investigación en torno a su uso y rendimiento.

A las cada vez más significativas mejoras en la densidad de energía se une la incorporación de la inteligencia artificial tanto al diseño como a los procesos de carga y descarga, y por supuesto, al reciclaje, que ya prácticamente consigue la circularidad reutilizando las baterías usadas para convertirlas en piezas de baterías nuevas. La mentalidad de «las baterías son contaminación» que reinaba cuando lo que utilizábamos eran baterías de bolsillo es ya completamente obsoleta: en primer lugar, el litio es estable, no se quema en el transcurso de ninguna reacción como ocurre con los combustibles fósiles. Pero cuando la batería de un automóvil comienza a ser menos práctica debido a la disminución progresiva de su capacidad de almacenamiento, simplemente se dedica a otros usos ya estacionarios, como plantas industriales o centrales eléctricas. Cuando finalmente ya no cumple su función, generalmente bastante tiempo después, sus componentes se trituran y se convierten en material para la fabricación de nuevos cátodos, en un proceso que aprovecha el 95% de su peso.

Las baterías comienzan a convertirse, en los países que han entendido su valor, en la alternativa para construir redes eléctricas completamente renovables, en las que el papel que jugaban los combustibles fósiles para cubrir su naturaleza discontinua va disminuyendo hasta desaparecer. Quien no lo entienda, seguirá intentando construir faraónicos proyectos no flexibles para hacer lo que las instalaciones de renovables harían de forma mucho más eficiente, barata y menos peligrosa, y condenándose a una transición más larga hacia las energías verdaderamente limpias. A ver si conseguimos que domine el sentido común.

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