La enésima promesa incumplida

Snapchat acaba de anunciar mediante un mensaje de su fundador, Evan Spiegel, conmemorando los trece años de la compañía en su página corporativa, que empezará a poner anuncios en la parte más utilizada de su aplicación, las conversaciones entre amigos (chat).

La noticia, en el contexto actual, no parece nada sorprendente… si no fuera porque en 2014, cuando la compañía comenzó a utilizar anuncios por primera vez para financiar su actividad, lo argumentó con un claro aire de superioridad moral, y asegurando precisamente que nunca pondrían anuncios en las comunicaciones personales.

La frase exacta, que me sé de memoria porque la utilicé en mis clases un montón de veces, fue

We won’t put advertisements in your personal communication – things like Snaps or Chats. That would be totally rude.»
(No incluiremos anuncios en tus comunicaciones personales, como Snaps o Chats. Eso sería totalmente de mala educación)

Por lo que se ve, a medida que pasa el tiempo y la cuenta de resultados aprieta, la mala educación deja de ser algo importante, y ya podemos poner anuncios allá donde nos dé la gana, independientemente de lo que ocurra con la experiencia de usuario. Basta con argumentar, como dice la publicación de Spiegel, que «nuestro negocio de publicidad está creciendo más lentamente que el de nuestros competidores» y que «a los inversores les preocupa que no estemos creciendo más rápido», y ya está, ya se pueden poner anuncios en todas partes, incluidas las partes de la aplicación que anteriormente habíamos considerado como «sagradas».

La otra parte de la promesa hecha en 2014 fue que

We want to see if we can deliver an experience that’s fun and informative, the way ads used to be, before they got creepy and targeted.»
(Queremos ver si podemos ofrecer una experiencia que sea divertida e informativa, como solían ser los anuncios, antes de que se volvieran específicos y espeluznantes)

Obviamente, no han podido. Recuerdo bien aquella frase, «creepy and targeted», porque la utilicé un montón de veces para explicar lo que estaba pasando con la evolución de la publicidad en la red, y cómo el modelo se había dado la vuelta para pasar de uno en el que los anunciantes solo conocían las características sociodemográficas del canal y segmentaban en función de ellas sin tener que conocer en absoluto ni espiar a quienes lo utilizaban, a otro en el que todo el intercambio se basaba en el espionaje constante y en la captura de datos que jamás habíamos considerado razonable capturar, porque los considerábamos datos personales y una parte obviamente importante de nuestra privacidad.

Hoy, tenemos anuncios por todas partes, y se administran mediante mecanismos a los que, como usuarios, jamás dimos nuestra aprobación, más que a través de esos términos de servicio que nunca nos leemos y que violan claramente nuestros derechos fundamentales. Las leyes no cambiaron, pero lo que antes era abiertamente ilegal, espiar y capturar los datos personales de los usuarios, se convirtió en algo normal y rutinario, en «algo que todo el mundo hace», así, por arte de magia. ¿La justificación, que ni siquiera es cierta? «Es que la publicidad funciona mejor así».

En aquel momento, es probable que al mismísimo Evan Spiegel esas ideas le pareciesen una aberración y una falta de respeto. Hoy, el respeto ya no importa en absoluto: es la base de su negocio, y no duda en ampliarlo para seguir molestando a sus usuarios con más anuncios en más sitios. Pronto, en Snapchat, estarás hablando con un amigo de algo, y el anuncio que te salga al lado tendrá que ver directamente con la conversación que estás manteniendo. Exactamente igual que si estuvieras en la barra de un un bar hablando con ese amigo, y cada poco tiempo un vendedor interrumpiese abruptamente la conversación diciendo algo así como «hablando de eso que acabas de mencionar, te puedo ofrecer este maravilloso producto…», o «¿has dicho Maldivas? ¡Te ofrezco un viaje a Maldivas por mucho menos de lo que piensas!» En el bar, mandaríamos a semejante idiota entrometido y maleducado a freír espárragos, y eso si no le partíamos directamente la cara.

Pero en la red, es lo que hay. Qué triste.

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