Limpiar la red eléctrica europea: un proyecto impresionante

El próximo 30 de septiembre, la central térmica de Ratcliffe-on-Soar, en Nottinghamshire, la última central eléctrica de carbón en Inglaterra, dejará de funcionar definitivamente.

No sé si es fácil transmitir la relevancia de un hecho como ese: hablamos de Inglaterra, la cuna de la Revolución Industrial, que durante ciento cuarenta años ha dependido del carbón para su generación eléctrica, cerrando la última de sus centrales de carbón.

Si hace tan solo diez años, cuando casi el 40% de la generación eléctrica del país provenía de quemar carbón (en su pico máximo llegó a ser el 70%), hubiésemos dicho que el Reino Unido podría dejar de utilizarlo completamente en 2024, la mayor parte de los expertos se habrían reído de nosotros. Pero aquí estamos: si los planes del gobierno actual se cumplen, la red eléctrica del país será prácticamente libre de emisiones en el año 2030, con tan solo un pequeño porcentaje de nuclear, y más de la mitad de la generación proveniente de la eólica marina, el gran recurso lógico en un país con sus características.

Pero el Reino Unido no es una excepción. En toda Europa, la demanda de gas en 2024 se encamina, si se cumplen las previsiones, a ser la menor desde 1984, y el consumo de carbón se ha colapsado, con una caída este año del 19%. En este momento, que podríamos considerar como histórico, Europa ya obtiene más energía del sol y del viento que de los combustibles fósiles.

En Portugal, un país relativamente pequeño y que nunca recurrió a la energía nuclear, lo que le permitió mantener el incentivo de su mercado para la producción de más electricidad mediante renovables, la generación de energía eléctrica durante lo que llevamos del año 2024 proviene ya en un 90% de energías renovables.

La composición ha sido del 35% de hidroeléctrica, 33% de eólica, 13% de solar y 9%de biomasa, con el gas aportando únicamente un 10%. Su última planta de carbón se cerró en 2021, y el aporte cada vez mayor de hidroeléctrica, eólica y solar están logrando expulsar al gas del tejido de generación.

El reto de lograr una red eléctrica limpia en el año 2030 es especialmente duro, en cualquier caso, para un país como Polonia: un gran productor de carbón que depende de él más que ningún otro país europeo, pero que está empezando a plantearse reducir esa dependencia a marchas agigantadas, al tiempo que su población va adoptando cada vez más la energía solar. En 2022, el carbón suponía el 70% de su generación eléctrica: en los siete primeros meses de 2024, se redujo en media a un 57.6%, con un mínimo del 53% en el mes de julio. Las renovables aportaron el 30.2%.

La formación de un nuevo gobierno en diciembre de 2023, encabezado por el centrista Donald Tusk, ha dado un nuevo impulso a la campaña de descarbonización de Polonia: mientras el anterior gobierno conservador pretendía aumentar la proporción de energías renovables en la matriz eléctrica a tan solo el 32% para el año 2030, Tusk apunta a una participación del 56% para ese año, según un borrador actualizado del Plan Nacional de Energía y Clima de Polonia. Para lograrlo, su gobierno planea depender en gran medida de la energía eólica, tanto terrestre como marina (5,9 GW de capacidad eólica marina proyectada para 2030 con las tres fases de la gigantesca Baltica Offshore Wind Farm a la cabeza), al tiempo que aumenta constantemente la contribución de la energía solar. Esos objetivos aún mantendrían a Polonia unos seis años por detrás del resto del Unión Europea, pero si tenemos en cuenta la situación de partida, supone un reto a todas luces impresionante.

Limpiar la red eléctrica europea de cara al año 2030 es sin duda un proyecto muy complejo, que obliga a un gran número de países a acometer importantes proyectos, con mentalidades completamente diferentes y a menudo contrapuestas entre ellos. Por otro lado, y por muchos triunfos que se logren, seguimos teniendo a los Estados Unidos, a China, a India y a otros países aportando una gran cantidad de emisiones, aunque las grandes diferencias en los costes de producción van logrando también reducciones cada vez mayores.

Hablamos de «limpiar», es decir, de eliminar lo sucio, los combustibles fósiles. La generación de energía es la actividad que más emisiones aporta en todo el mundo. Si logramos retirar de esa ecuación los combustibles fósiles, habremos logrado un gran triunfo. Y Europa parece ir por el buen camino.

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