Productos conectados y mejora continua

Lo vi por primera vez hace ya algunos meses, pero se me olvidó comentarlo, y hoy, al volver a pasar por el mismo sitio, me acordé de hacerle la foto que ilustra el artículo: una visualización en la pantalla de mi vehículo, justo al lado del indicador de velocidad, que únicamente aparece al entrar en una zona con radar de tramo – en este caso, el que incluye la zona que rodea al túnel de Guadarrama, en la entrada a Madrid por la A6 – y que indica su duración, el límite de velocidad, la velocidad media a la que el automóvil se ha desplazado por ese tramo desde que entró en él, y los kilómetros restantes hasta el final del tramo.

La cuestión me llamó la atención – otros conductores lo han visto también, y algunos han publicado vídeos mostrándolo – porque esa visualización no existía ni cuando adquirí mi vehículo, ni durante los primeros cuatro años que lo he disfrutado. Ha aparecido hace pocos meses, cuando el vehículo tiene ya más de cinco años, en una de las muchísimas actualizaciones que recibo cada muy poco tiempo. Desconozco si ese tipo de indicación de radar de tramo está disponible en otros vehículos, y eso no pretende ser en absoluto el foco de este artículo.

La inmensa mayoría de esas actualizaciones que mi vehículo recibe son, como ocurre con las apps de los smartphones, las llamadas «correcciones menores», pero algunas otras sí incluyen mejoras significativas de las capacidades del vehículo, como cuando incorporaron la detección de los conos de tráfico utilizados para señalizar zonas en obras, la detección de semáforos (con el correspondiente aviso cuando se pone en verde), o muchas funcionalidades más.

Alguna de esas actualizaciones, de hecho, han eliminado prestaciones que el vehículo tenía, como el salirse él solo de una carretera por el correspondiente desvío cuando vas en modo autoconducción, debido a la presión regulatoria de la Unión Europea, que no permite a los vehículos de la marca en Europa incorporar muchísimas de las prestaciones que los mismos vehículos sí tienen si los adquieres en los Estados Unidos (ya podía preocuparse menos el regulador europeo por sobreprotegerme y más por otras cosas). Este tipo de casos de eliminación de prestaciones han sido afortunadamente muy pocos, pero resulta interesante pensar que un regulador en Bruselas pueda hacer que una prestación que tu vehículo tenía cuando lo adquiriste deje de repente de funcionar, y no puedas hacer absolutamente nada al respecto más que resignarte. Dado que las actualizaciones son además incrementales y son muchas ni siquiera podrías decidir no instalar la actualización concreta que te elimina prestaciones, dado que ello equivaldría a «congelar» cualquier desarrollo posterior del vehículo (y además, te volvería loco con los avisos de actualización sucesivos).

Este tipo de actualizaciones son también las que entran en juego cuando hay alguna corrección que hacer, cuando la marca lleva a cabo uno de los llamados «product recalls«, correcciones de seguridad debidas a errores que pueden comprometer la seguridad: en la inmensa mayoría de las marcas de vehículos, un product recall de este tipo es un evento terrible, que compromete a todo su canal, concesionarios, provocan a sus propietarios la incomodidad de tener que llevar el vehículo, etc. y que generan unos costes elevadísimos, además de, en muchos casos, un problema reputacional. Cuando hablamos de un vehículo conectado, la complejidad de buena parte de esos product recalls se reducen, simplemente, a enviar una nueva actualización de software, que no generan contratiempo alguno a los propietarios – y menos aún si están muy acostumbrados a recibirlas.

Este tipo de actualizaciones son, como decimos, ya muy habituales en productos de electrónica de consumo: las apps, el propio smartphone, el smart watch, las cámaras de casa… cada vez son más los productos que plantean esas dinámicas de actualizaciones posteriores a su adquisición. Pero convertir un producto como un automóvil en un producto conectado cambia en gran medida su naturaleza, pero sobre todo, cambia la percepción que su propietario tiene de él. Frente a la percepción clásica de un automóvil como un producto que adquieres con unas prestaciones determinadas y que, una vez adquirido, es muy excepcional que haga algo más que deteriorarse – salvo que decidas instalarle posteriormente algún extra, una decisión que se toma con muy escasa frecuencia – pasas a considerar tu automóvil como un «trabajo en progreso», como algo que puede, en cualquier momento, ofrecerte prestaciones nuevas, comodidades u opciones en que, en muchos casos, ni siquiera te habías planteado cuando lo adquiriste.

Para mí, que un vehículo ya de cierta antigüedad siga, cinco años después de su adquisición, recibiendo esas actualizaciones y, en muchos sentidos, mejorando, es algo que veo completamente inusual en lo que ha sido mi relación con la industria del automóvil, que me parece difícil pensar en ver replicado por las compañías tradicionales, y que sus usuarios ni siquiera son capaces de imaginar. Por otro lado, serían probablemente imposibles, dado que el dimensionamiento tecnológico de esos automóviles suele ir «al límite» de aprovechamiento de sus componentes. Pensar en instalar componentes con mayores capacidades que las que se precisan pensando en actualizaciones posteriores es algo que, simplemente, no está en su mentalidad – ni posiblemente en sus capacidades.

También me lleva a pensar, como hablaba esta semana con una persona de la industria, en el uso de los datos que el vehículo conectado genera, o en la propiedad de esos mismos datos. Mi vehículo sabe exactamente cómo circulo, si acelero bruscamente o apuro la frenada, si soy más o menos prudente o si se ve obligado a avisarme en muchas ocasiones con su característico tono de alarma. La marca puede, con mi permiso, consultar esos datos, y de hecho, lo hace cuando les pregunto determinados detalles sobre la conducción, pero también puede, en el caso de los vehículos asegurados por la propia compañía en los Estados Unidos – esa opción no existe fuera del país – ajustar el importe de la póliza en función de esas alertas (que en muchos casos no son especialmente alarmantes, porque se puede tratar, simplemente, de un vehículo estacionado en sentido contrario o de un peatón que circula por el arcén).

Estoy completamente convencido de que el futuro de la automoción es que todos los vehículos sean vehículos conectados, que generen información constantemente y que puedan actualizarse a medida que se desarrollan nuevas posibilidades para su uso. Pero más allá de la automoción, creo que también veremos muchos productos de otros tipos que también se convierten en un concepto tan interconectado y tan aceptado como un smartphone, al que le instalas y desinstalas apps y que actualizas constantemente. Un cambio de dimensión enorme, y con muchísimas connotaciones y posibilidades, y que va a generar también mucha disrupción, pero también mucha inadaptación de competidores tradicionales.

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