Es de sobra conocido que la microgravedad afecta al cuerpo de los seres humanos. Si hablamos del corazón, también se sabe que los astronautas sufren cambios cardiovasculares a lo largo de su estancia fuera de los límites de la Tierra. Sin embargo, no ha sido hasta ahora que podemos empezar a conocer los efectos en el corazón y los cambios que se producen a nivel molecular, que ya te adelantamos que no son, para nada, positivos.
Un corazón puesto a prueba en el espacio
Deok-Ho Kim, ingeniero médico en la Universidad Johns Hopkins, es el coautor de un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences en el que se ha estudiado, durante un mes, los efectos del espacio exterior en el tejido de un corazón humano fabricado. Y sí, para llevar a cabo el experimento hemos tenido que llevar el tejido al mayor laboratorio de nuestra especie: la Estación Espacial Internacional.
Te hemos dicho que el tejido había sido fabricado y es que los responsables del estudio utilizaron células madre pluripotentes inducidas, que sería el lienzo ideal para pintar cualquier tipo de tejido humano, para crear las células artificiales de músculo cardíaco. Después, idearon un sistema que unía diferentes muestras del tejido para poder simular posteriormente el latido del corazón y al que denominaron Corazón en un Chip.
Este sistema de tejidos cardíacos se introdujo en una cámara del tamaño de un teléfono móvil y se envió a la Estación Espacial Internacional. El equipo de investigadores pudo monitorizar a distancia la resistencia de los tejidos y los patrones de los latidos en tiempo real, comparándolos con tejidos que se encontraban en nuestro planeta. Y los resultados fueron sorprendentes, y no para bien.
Después de 12 días de experimento, la fuerza de contracción de los tejidos había disminuido casi a la mitad, mientras que sus homólogos terrestres permanecían casi intactos. De hecho, la pérdida de fuerza continuó incluso cuando regresaron a la Tierra. Por otro lado, los latidos también se volvieron más irregulares, aunque esto se solucionó al regresar a tierra firme.
Al obtener de regreso las muestras, los investigadores utilizaron la técnica de microscopía electrónica de transmisión, en la que se transmite un haz de electrones para formar una imagen, para adentrarse en los sarcómeros de los tejidos. Los sarcómeros son las estructuras básicas del tejido muscular, definidas como filamentos de proteínas responsables de las contracciones. Después de un mes en el espacio, estos filamentos se había acortado y estaban desordenados en comparación con las muestras terrestres.
Las mitocondrias, órganos celulares encargados de suministrar la mayor parte de la energía, también se habían fragmentado. Tras analizar el ARN de los tejidos espaciales, los científicos encontraron un incremento en la expresión genética asociada con la inflamación y problemas cardíacos. Eso sí, hay que tener presente que el estudio no incluye otros factores que afectan al corazón, como puede ser la presión arterial.
Este es un importante paso a la hora de analizar cómo otros órganos funcionan en condiciones de microgravedad, algo que se podrá comprobar dentro de poco, ya que el equipo liderado por Deok-Ho Kim tiene previsto enviar nuevas muestras de tejido del corazón y de otros órganos al espacio, y esta vez durante más tiempo. Además, también quiere experimentar con medicamentos que puedan contrarrestar los efectos de la microgravedad en el corazón.
El artículo Hemos estudiado un órgano esencial para el ser humano en el espacio y no hay buenas noticias: envejecimiento prematuro después de un mes fue publicado originalmente en Urban Tecno.
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