China y la inteligencia artificial: hacer más con menos

La empresa estatal de telecomunicaciones China Telecom ha conseguido entrenar un modelo de inteligencia artificial de un billón de parámetros utilizando únicamente chips fabricados en el mercado chino.

Concretamente, ha utilizado un servidor de entrenamiento Ascend Atlas 800T A2 de Huawei compatible con los procesadores Kunpeng 920-7265 o Kunpeng 920-5250, que ejecutan respectivamente sesenta y cuatro núcleos a 3.0 GHz y cuarenta y ocho núcleos a 2.6 GHz. Según la propia Huawei esos procesadores están construidos utilizando la arquitectura ARM 8.2 mediante un proceso de 7 nanómetros.

¿Qué relevancia tiene esto? Básicamente, la evidencia de que China, a pesar de las sanciones norteamericanas que le impiden un acceso regular a los microprocesadores más avanzados de Nvidia o a las máquinas de fabricación mediante fotolitografía extrema de ASML, está siendo capaz de plantear modelos capaces de utilizar chips más sencillos fabricados en la propia China, y a pesar de ello, de obtener modelos con un número de parámetros elevadísimo, demostrando que esas sanciones les están haciendo capaces de hacer más con menos.

Llevo bastante tiempo sugiriéndolo: las sanciones de los Estados Unidos hacia China están generando el efecto opuesto al que deberían de generar, llevando a que la industria se plantee des-americanizarse cada vez más y a que incluso el mercado comience a rechazar los productos que provienen de compañías americanas. Mientras tanto, compañías como Huawei, con un nivel de ingeniería muy elevado, tratan de diseñar y desarrollar los mejores semiconductores con los medios que tienen a su alcance, con resultados que parecen ser cada vez mejores, mientras por otro lado tratan de avanzar en la fabricación de chips de mayores capacidades por su cuenta.

Cuando no tienes acceso regular a un recurso determinado, tratas de exprimir los recursos que tienes para poder obtener resultados cada vez mejores, y terminas por desarrollar unos niveles de eficiencia muy superiores a aquellos que desarrollan los que tienen acceso a todo lo que necesitan. El recurso al desarrollo mediante código abierto es una forma especialmente interesante de obtener esas eficiencias, y China lo está aplicando a conciencia. Lo conocemos por principios como los de la llamada innovación frugal, que como vemos, también pueden ser aplicados incluso en los mercados de alta tecnología.

Al final, en un mundo como el actual, las sanciones tienen cada vez menos sentido. Para plantear un futuro adecuado, lo lógico sería contar con las máquinas de fabricación de chips de ASML, los chips diseñados por Nvidia, los fabricados por TSMC, y los paneles solares y baterías fabricados en China, y que todos esos componentes pudiesen interactuar entre sí en mercados abiertos. Cualquier bloqueo de este tipo en forma de sanciones comerciales da lugar a retrasos absurdos en unos desarrollos que bien podrían significar una transición a un mundo mucho más eficiente y limpio, y que nunca pueden traer absolutamente nada bueno.

Mantener las sanciones comerciales a China es un intento fallido de provocar un retraso en el desarrollo tecnológico de un país que está completamente determinado a no dejarse retrasar. Y todo ello con la excusa cada vez más patética de un posible uso militar de componentes que, en cualquier caso, pueden obtenerse en mercados paralelos, mientras se elevan los incentivos, además, para quienes quieren desarrollar su actividad precisamente sirviendo a esos mercados paralelos. Simplemente, no tiene ningún sentido, y es potencialmente muy perjudicial para todos.

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