Mi columna de esta semana en Invertia se titula «El petróleo y el cambio de era» (pdf), y es un intento de hacer entender a los lectores que el esquema de producción de energía que han conocido durante toda su vida y durante la de las generaciones anteriores está a punto de cambiar dramáticamente.
Para ello, hago referencia a un artículo muy interesante (sin muro de pago aquí) que describe cómo el ascenso imparable de las cada vez más grandes compañías chinas de energía solar de nombres aún muy poco conocidos por el gran público, como Tongwei, LONGi, GCL-Poly, Trina Solar, JinkoSolar y otras está desafiando el dominio de los gigantes petroleros tradicionales que resultan mucho más conocidos, como Exxon Mobil, Shell y cualquier otra de las llamadas hace años «las siete hermanas«.
Esas empresas de producción de infraestructura para la producción de energía solar ya rivalizan con las grandes petroleras en eficiencia de producción de energía, longevidad y, por supuesto, en impacto ambiental, lo que indica un cambio significativo en el panorama energético mundial. El ascenso de las compañías de energía solar está siendo tan rápido y significativo, que por primera vez en la historia podemos ver cómo la inversión en energía solar sobrepasa a la producción de petróleo, marcando una transición imparable.
¿Por qué es histórico este sorpasso? Simplemente, porque responde a un factor fundamental: la energía solar es la forma más barata, con gran diferencia, de producir electricidad. No solo en cuanto a costes de instalación de la infraestructura necesaria, sino por supuesto, por su explotación, que requiere un mantenimiento mínimo y que permite mantener la producción en porcentajes muy razonables más allá de treinta años.
¿A dónde nos lleva esa aritmética de costes? Muy sencillo: a que aquellos que, teniendo acceso a energía producida mediante paneles solares, recurran a la generada mediante combustibles fósiles, tendrán una clara desventaja en costes que únicamente podrá compensarse mediante subsidios, que aunque aún excesivamente abundantes, tenderán a tocar a su fin por una simple cuestión de lógica. Los países que hagan mal las cuentas y no vayan cerrando sus plantas de generación térmica para sustituirlas por instalaciones de renovables, sencillamente, no serán competitivos, y se encontrarán con que sus industrias intensivas en energía producen más caro que las de otros países en los que los costes energéticos sean más razonables.
Esto se acompaña, además, con un panorama de cada vez mayores aranceles para la producción «sucia» en países que no hagan compensación de emisiones: o pagas por las emisiones producidas a lo largo de toda tu cadena de valor, y por tanto pasas a ser menos competitivo, o asumes un diferencial de costes energético que tenderá a tener el mismo efecto. Al tiempo, tenemos un incremento progresivo de la presencia de vehículos eléctricos en el parque de cada vez más países, que da lugar a una progresiva caída de la mayor fuente de demanda de gasolina y gasoil, derivada del fuerte efecto multiplicador de la cantidad de vehículos que había. ¿Cuánto dices que te cuesta tu coche de gasolina al mes? Permíteme que me carcajee… Y todo ello, además, en un escenario de inestabilidad en Oriente Medio que da lugar a un escenario de precios alcista.
Mientras, las compañías petroleras se dedican al greenwashing como si no hubiese un mañana, a ir por el mundo diciendo que están invirtiendo en renovables mientras sus pozos no solo no dejan de bombear, sino que siguen invirtiendo en exploración. Ahora ya lo sabemos: el petróleo ya no solo va a ser sucio y con mala reputación, sino que además, las manchas que deja se van a extender a las cuentas de resultados de muchas industrias. Estamos ante un cambio de era, y cuanto más rápido suceda, muchísimo mejor para todos.
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