La electrificación de la industria: la penúltima frontera

Un artículo en The Economist, «First electric cars. Next, electric factories, pone el foco en la sustitución de los combustibles fósiles en los procesos industriales que necesitan aporte de calor, planteando en su lugar el uso de diversas tecnologías sin emisiones basadas en la electrificación.

Los usos industriales son uno de los objetivos posiblemente más complejos en el proceso de descarbonización, superado tan solo por el transporte aéreo, pero es necesario tener en cuenta su descarbonización si se quiere cumplir con los acuerdos firmados.

Obviamente, no es lo mismo hablar de calor hasta los doscientos o trescientos grados, que pueden obtenerse mediante bombas de calor industriales, que de procesos como la metalurgia que precisan de miles de grados, y que precisan de hornos eléctricos que, hasta no hace muchos años, no se planteaban por antieconómicos debido al coste de la electricidad.

Sin embargo, las circunstancias han cambiado, y la disponibilidad ahora de energías renovables a un precio sensiblemente inferior hace que los planteamientos de electrificación sean ahora mucho más viables. Así, industrias químicas como BASF, una de cuyas plantas en Alemania consumía ella sola el 4% del total del gas del país, están acometiendo su descarbonización con una mentalidad muy clara: la descarbonización de las industrias de alto consumo energético solo puede lograrse mediante la electrificación. Otras soluciones, como la captura y almacenamiento de las emisiones (CCS), no tienen sentido, y son en realidad utilizadas por la industria como un pretexto para seguir emitiendo.

Otras, como Roca en España, SABIC en Arabia Saudi, Linde en Europa o Rio Tinto, Fortescue y BHP en Australia, están ya en la fase de construcción de esos enormes hornos eléctricos capaces de obtener, ahora ya de manera razonablemente rentable, las elevadas temperaturas que precisan para sus procesos industriales. La situación lo precisa: mientras las emisiones debidas a vehículos y a la obtención de energía están ya en una fase marcadamente descendente, las industriales aún se mantienen en fase ascendente, y deben ser consideradas a la hora de plantear soluciones al problema de la emergencia climática.

Ya en 2018, la Agencia Internacional de la Energía planteaba que la electricidad podía ser un sustituto eficiente y limpio para los combustibles fósiles. Pero a medida que las energías renovables siguen manteniendo su progresión hacia el abaratamiento, otros, como la Universidad de Texas A&M o McKinsey aportan también opiniones positivas en ese sentido: la electrificación de la industria es posible gracias a las energías renovables, y puede ser acometida – lo está siendo, de hecho, aunque sea preciso llevar a cabo algunas correcciones – por todos los países. Las correcciones se refieren, como bien es sabido, a aplicar los mecanismos arancelarios necesarios para que aquellos proveedores y países que opten por no electrificarse y por seguir produciendo «en modo sucio» vean encarecerse progresivamente sus productos, hasta el punto de terminar por hacer disuasorios esos métodos de producción.

La tecnología siempre aparece con soluciones para los problemas, incluso para cuestiones que los ingenieros, durante muchos años, consideraron imposibles. Ahora, todo es cuestión de poner en práctica esas soluciones y terminar con las emisiones producidas por los procesos industriales, poniendo de paso un clavo más en el ataúd de unos combustibles fósiles que son sin ninguna duda la raíz del problema y que, necesariamente, tienen que terminar por desaparecer.

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