Aunque se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, los seres humanos no tienen un olfato tan desarrollado como el suyo. Y es una pena, porque es un sentido muy útil que nos permite detectar todo tipo de factores: desde peligros ambientales (como fugas de gas o un incendio) hasta identificar los alimentos más apropiados o que están en mal estado, además de que es importante para la percepción del gusto.
Aunque a nivel histórico se ha empleado el olfato también para el diagnóstico de enfermedades en épocas de plagas, el de las personas no suele ser tan preciso y sensible como para ser una herramienta médica demasiado fiable. Además, hay personas que lo tienen más desarrollado que otras. Pero esta nariz artificial viene para acabar con estas limitaciones.
Una «nariz» que en realidad es una antena y puede oler mejor que la de las personas
Michael Cheffena es un profesor de Telecomunicaciones en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) ubicada en la ciudad de Gjøvik. Es la segunda mayor de las siete universidades existentes en el país, y es referente nacional en la educación superior en el campo de la tecnología. Cheffena está «obsesionado» con las antenas, porque cree que se pueden usar para mucho más que comunicarse.
Y es que, si lo pensamos bien, estamos rodeados de antenas. Nuestro teléfono móvil, ordenador o televisor las incorporan, y son necesarias para disponer de cobertura móvil 4G o 5G, lo que nos permite acceder a Internet cuando estamos en la calle y realizar llamadas telefónicas. Al fin y al cabo, cualquier tecnología de comunicaciones, en mayor o menor medida, requiere de antenas para funcionar.
Al dotar a las antenas de funciones de sensores, la infraestructura existente se puede utilizar en nuevas áreas de aplicación. Esta ha sido una de las principales motivaciones para investigar si las antenas se pueden utilizar para estos fines
El profesor explica que ya ha habido intentos de crear «narices electrónicas», los cuales no han tenido la ventaja de contar con una infraestructura existente ya disponible, además de que se vieron afectados por otros desafíos que, en teoría, las antenas podrían resolver con éxito.
Algunas de las «narices» electrónicas que se han desarrollado cuentan con cientos de sensores que tienden a estar recubiertos de manera individual por diferentes materiales. Esto provocaba que los experimentos requirieran mucha energía para que funcionaran, además de que el coste de su fabricación también era bastante alto.
Sin embargo, la «nariz» artificial que comenta Cheffena consta de un único sensor de antena que únicamente cuenta con un solo tipo de recubrimiento. Y aunque pudiera parecer que esto comprometería su funcionamiento, nada más lejos de la realidad, según asegura Yu Dang, investigador en el Departamento de Fabricación e Ingeniería Civil de la NTNU y autor principal de un artículo de investigación recientemente publicado.
Dang asegura que su sensor es capaz de distinguir distintos tipos de gases y cuyas pruebas han resultado en una precisión del 96,7%, lo que significa un mejor rendimiento respecto a las narices «artificiales» creadas hasta la fecha. Y si te preguntas cómo funciona esta nariz-antena, lo hace de este modo:
La antena emite señales de radio en diferentes frecuencias al entorno, y luego analiza cómo se reflejan. La forma en la que se comportan las señales varía según los gases presentes. Como la antena transmite señales en múltiples frecuencias, los cambios crean patrones únicos que pueden asociarse a compuestos orgánicos volátiles específicos.
Estos compuestos orgánicos volátiles son gases que suelen encontrarse en el ambiente y que se caracterizan por un punto de ebullición bastante bajo. Si bien no se pueden ver, sí que pueden olerse. Todos los organismos vivos emiten compuestos orgánicos volátiles, a veces como medio para protegerse o comunicarse entre sí. Un buen ejemplo es el olor a hierba recién cortada.
Como estamos en un ambiente en el que hay presentes una gran cantidad de gases, se producen diversas combinaciones. Algunas de ellas pueden ser complicadas de identificar, lo que supone un reto para la «nariz» artificial, aunque suele ofrecer un buen resultado tras la «investigación».
De momento, la tecnología se ha puesto a prueba en frutas y carnes dañadas por impactos y de distintas edades. Si se ajustan los algoritmos que detectan los diferentes gases, los investigadores creen que las antenas también podrían utilizarse para el diagnóstico de enfermedades, lo que supondría un gran avance, del mismo modo que se entrenan perros que detectan cambios en la sangre y el cáncer.
Es llamativo ver cómo una antena, que está estrechamente relacionada con las telecomunicaciones, ya sea para ver la televisión TDT o en forma de parabólica para ver canales por satélite, puede usarse para más cosas y hasta potencialmente salvar vidas. Otro experimento curioso y al que vale la pena echar un ojo es cuando se conectaron antenas de langosta a un robot, lo que le permitía oler.
El artículo Si tienes mal olfato, esta nariz artificial es capaz de saber si la comida está en mal estado o hasta detectar enfermedad fue publicado originalmente en Urban Tecno.
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