Un interesante artículo en The Washington Post, «These batteries could harness the wind and sun to replace coal and gas«, proporciona contexto sobre las llamadas baterías de flujo, que producen energía bombeando electrolitos (soluciones líquidas con sustancias químicas disueltas) desde tanques externos a una pila central.
Construidas por compañías como la japonesa Sumitomo Electric, que han desarrollado proyectos en Australia, Bélgica, California, Marruecos y Taiwan, este tipo de baterías son capaces de almacenar el exceso de producción de grandes plantas de energía renovable construidas a gran escala como solares o eólicas, sometidas a una intermitencia natural cuando el sol no brilla o el viento no sopla. Hablamos de la energía más barata del mundo, pero que como es bien sabido, precisa de mecanismos de almacenamiento para solapar su curva de producción con la de la demanda energética.
Las baterías de flujo aparecen, en ese sentido, como una muy buena solución: China, que está ya dando muestras de comenzar a reducir consistentemente sus emisiones, está construyendo la batería de flujo más grande del mundo de 800MWh, capaz de llevar a cabo la provisión de tanta energía como una planta media de gas natural.
Las baterías de iones de litio son muy adecuadas para pequeños usos, desde un smartphone a una instalación doméstica, porque son ligeras y caben en espacios pequeños, aunque tengan una duración limitada en número de ciclos y haya que cambiarlas con cierta frecuencia. Las empresas de servicios públicos tienen otras prioridades: necesitan almacenar millones de veces más energía y tienen mucho más espacio con el que trabajar.
Basadas en vanadio, las baterías de flujo están diseñadas para aprovechar tanques gigantes que pueden almacenar mucha energía durante mucho tiempo. Para aumentar su capacidad de almacenamiento, todo lo que hay que hacer es construir un tanque más grande y agregar más vanadio, que obviamente, tiene también sus limitaciones, pero que como muchos otros elementos, se descubren como más abundantes en cuanto se hacen esfuerzos serios por buscarlos. En este momento, tres cuartas partes del suministro mundial de vanadio provienen como subproducto de diez plantas siderúrgicas en China y Rusia. Australia, Sudáfrica y Estados Unidos también producen vanadio, pero en cantidades mucho menores, y se han propuesto minas en Estados Unidos y en Australia que podrían aumentar la oferta. Por otro lado, algunas empresas emergentes de baterías de flujo están tratando de eludir por completo el problema del vanadio utilizando materiales diferentes más fáciles de obtener. La tecnología siempre está ahí cuando se necesita.
Generar energía barata sobredimensionando plantas solares y eólicas, y almacenar la energía para obtener un suministro estable y adecuado a la demanda mediante baterías de flujo. Un esquema perfectamente viable que desacredita todas esas opiniones agoreras que afirman que es «imperiosamente necesario» seguir construyendo plantas de combustibles fósiles o nucleares. No, el futuro es energía abundante, barata y completamente renovable, se pongan como se pongan los que viven de convencer a otros de que no va a ser así. ¿Van a hacer falta más baterías? Sin duda, hasta treinta y seis veces más de las que tenemos actualmente, pero esas baterías son mucho más baratas que construir, operar y mantener determinadas plantas de producción de energía, no generan emisiones en su funcionamiento, no suponen peligro alguno, y sus componentes son perfectamente reciclables a futuro.
Renovables y baterías, y la visión estratégica adecuada para comprometerse con la solución mejor y más razonable, en lugar de escuchar a agoreros desactualizados que solo quieren arrimar el ascua a su sardina. No queremos más.
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