El asesinato a tiros de Brian Thompson, CEO de United Healthcare, en la entrada de un céntrico hotel en Manhattan está generando muchas reacciones y reflexiones sobre lo que supone la responsabilidad de tomar decisiones en ámbitos corporativos.
Obviamente, vaya por delante que en ningún caso puede justificarse el asesinato de una persona, pero las redes sociales se han poblado de comentarios y chistes que reflejan un nivel de frustración importante en torno a lo que parece el motivo del asesinato: la aseguradora de salud se dedicaba, de manera algorítmica y prácticamente sistemática, a negar la cobertura de muchos tratamientos a sus asegurados tratando sus reclamaciones con una estrategia que la industria define con tres palabras: «Delay», «Deny», «Defend», o «retrasar», «negar», «defender» (según algunas fuentes, la inscripción del tercer casquillo leería «Depose»).
La aparición en la acera de los tres casquillos usados en el asesinato con esas tres palabras grabadas deja claro, en primer lugar, que el asesinato ha sido perfectamente premeditado, y en segundo, que se relaciona con esa estrategia de reducción de costes. El autor del asesinato, que pasó varios días en Manhattan planeándolo meticulosamente y huyó en una bicicleta eléctrica municipal, sigue en busca y captura.
Mr. Thompson podría ser un señor posiblemente encantador y un padre de familia, pero las acciones de su compañía no lo eran, y parecen reflejar una clara tendencia en las aseguradoras de salud del país. Un comentario en ese sentido publicado en X lo expresa de forma brutal:
“Si disparas a un hombre en la calle, es un asesinato. Si matas a miles de personas en hospitales privándolas de su posibilidad de recibir tratamiento, eres un emprendedor”.
Otros hacen referencia al comportamiento de la aseguradora, con comentarios como
«Comentarios recientes sobre el asesinato del director ejecutivo de UnitedHealthcare:
– Mi copago por pensamientos y oraciones es de $100,000
– Escuché que su condición era preexistente
– Se me denegó la capacidad de cuidarlo
– Mi compasión requiere una derivación
– Mi reclamación de condolencias presentada fue rechazada»
O este otro, en el grupo de Facebook de la compañía, ya eliminado:
«Ofrecería pensamientos y oraciones, pero no están cubiertos porque están fuera de la red.»
O este que reflexiona sobre el asesinato atribuyéndole un motivo claro: la personificación en este directivo de un comportamiento aparentemente generalizado que genera problemas vitales a mucha gente:
«Por supuesto, el asesinato es malo. Los chistes sobre el director ejecutivo de United no se refieren a él en realidad, sino al rapaz sistema de salud que personificó y por el que los estadounidenses sienten un profundo dolor y humillación.»
¿Es una barbaridad? Por supuesto. Premeditar un asesinato, acercarse a alguien por la espalda y matarlo a tiros es una salvajada lo miremos como lo miremos. Pero también es importante reflexionar sobre el resultado de determinadas estrategias empresariales, sobre la frustración que genera no poder contar con un sistema de justicia que realmente ponga las cosas en su sitio y que depure de verdad las responsabilidades, con un sistema de management que se ha convertido en un conjunto de excusas que lo mismo sirven para que se caigan dos aviones, que para que se deniegue tratamiento y se deje morir a un enfermo o para que se destroce todo un planeta… «yo seguía órdenes», «mi deber es maximizar los beneficios para mis accionistas» o «la relación causa-efecto no está clara». Si sistemáticamente incumples tu responsabilidad social corporativa y provocas lo que provocas, en algún momento es perfectamente posible que hagas que alguien suficientemente desesperado tome una decisión tan salvaje como la que hemos visto.
No, el asesinato no se puede nunca justificar. Y no, la solución no es gastar más en protección personal para tus directivos. La solución es no hacer aquellas cosas que son susceptibles de desesperar a personas hasta tal punto que lleguen a plantearse que su única salida es atentar contra ti. Cuando las acciones de determinados directivos en algunas compañías generan ciertos efectos de consecuencias completamente incalculables y que juegan con la vida humana, que no se extrañen después, en una sociedad cada vez más polarizada y en la que las cámaras de eco de las redes sociales multiplican desproporcionadamente nuestras frustraciones y nuestra desesperación, de sucesos como este.
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