La aparente resiliencia del bitcoin en torno a los cien mil dólares y la evidencia de su buen funcionamiento a largo plazo como reserva de valor parece estar animando a más y más actores a plantearse su posible desarrollo como alternativa al dinero tradicional en general, y al dólar en particular.
Para El Salvador, parece evidente que el arriesgado experimento de Nayib Bukele aferrándose al bitcoin para salvar su economía está teniendo éxito: el pasado viernes, el gobierno del país adquirió más de once bitcoins por un valor de 1.07 millones de dólares y ejecutó otra compra idéntica el domingo, con el objetivo provisional de adquirir veinte mil bitcoins más. El país acumula ya unas reservas de $574,000,000 en bitcoins, y acaba de cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para un préstamo de 1,400 millones de dólares a cambio de reducir sus polémicas políticas de adopción interna de la criptomoneda, en un intento de la institución por aplazar el problema que parece que se le podría venir encima si el ejemplo del país se extiende.
Pero El Salvador, una economía muy pequeña y poco representativa, está lejos de ser el único país con ambiciones vinculadas al bitcoin. Un país también muy pequeño, pero mucho más importante en el panorama económico mundial, Singapur, acaba de superar a Hong Kong en la carrera por atraer compañías relacionadas con las criptomonedas, en su carrera para tratar de convertirse en un centro de negocios relacionado con esa creciente economía alternativa.
Mientras, Rusia está recurriendo cada vez más al bitcoin en sus operaciones de comercio exterior, en un intento de contrarrestar unas sanciones occidentales que están complicando las transacciones con sus principales socios, como China o Turquía. Los bancos locales de estos países están siendo muy cautelosos con las transacciones relacionadas con Rusia para evitar el escrutinio de los reguladores occidentales, lo que ha llevado a Rusia no solo a permitir el uso de criptomonedas en el comercio exterior, sino también a tomar medidas para legalizar la minería de criptomonedas, incluido el bitcoin.
Rusia es ya uno de los líderes mundiales en la minería de bitcoin, y pretende utilizar esos bitcoins minados en el país para ampliar y desarrollar más sus transacciones internacionales, algo que creen que sucederá a lo largo del próximo año 2025. El presidente del país, Vladimir Putin, respalda el uso extensivo de las criptomonedas, cree que los pagos internacionales en monedas digitales representan el futuro, y señala al bitcoin como un buen ejemplo de esos activos alternativos transaccionales, debido sobre todo a que nadie en el mundo puede regularlo.
Con Donald Trump abogando por un dólar más débil para favorecer su comercio exterior y planteándose invertir en la creación de una reserva federal en bitcoins, es difícil saber lo que va a ocurrir en el futuro, pero parece muy poco probable que sea desfavorable para quienes hayan confiado en el bitcoin y en otras criptomonedas fiables como Ethereum como reserva de valor y como modelo transaccional. Los tiempos, sin duda, están cambiando. Tengo que acordarme de contárselo a unos cuantos amigos del Departamento de Economía de mi universidad…
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