La inutilidad de prohibir a los jóvenes las redes sociales

El Secretario de Estado de Ciencia, Innovación y Tecnología del Reino Unido, Peter Kyle, que había previamente afirmado que la opción de redactar una ley de prohibición total del uso de redes sociales para los jóvenes por debajo de los dieciséis años como ya hizo anteriormente Australia estaba sobre la mesa, ha rectificado y ha dicho que no tiene planes de llevar a cabo medidas de ese tipo.

Entre las razones para el cambio de opinión de Kyle están, en primer lugar, la falta de una evidencia firme y revisada por pares acerca del impacto del uso de smartphones y redes sociales en los jóvenes, además de los posibles beneficios educativos y comunicativos de las redes sociales para los jóvenes, particularmente para niños vulnerables en busca de ayuda.

Pero sobre todo, tras haber afirmado que una prohibición estilo australiano estaba sobre la mesa en Gran Bretaña, Kyle llevó a cabo una reunión con un panel de adolescentes de la plataforma Voice of Online Youth en Londres, que aunque manifestaron preocupación y quejas sobre los elementos adictivos de las plataformas y el contenido perturbador en redes sociales, lo instaron para tratar evitar una prohibición completa.

Según el Secretario de Estado, los niños utilizan a menudo las redes sociales con fines educativos o para comunicarse con amigos, con connotaciones positivas que no recomendarían su prohibición, y destacó el ejemplo de niños con dificultades que quieren hablar sobre sus posibles preocupaciones, en cuyo caso las redes sociales pueden ser un salvavidas. Childline, por ejemplo, es un servicio de asesoramiento británico para niños y jóvenes menores de 19 años proporcionado por la National Society for the Prevention of Cruelty to Children (NSPCC), que se ocupa de cualquier problema que provoque angustia o preocupación como abuso infantil, acoso escolar, enfermedades mentales, separación y/o divorcio de los padres, embarazo adolescente, abuso de sustancias, abandono y abuso psicológico, etc., y que hace un uso cada vez mayor de las redes sociales para poder llegar a niños vulnerables que quieren hablar sobre sus problemas, lo que hace que se deba ser muy cuidadoso con este tipo de medidas para evitar cortar el acceso.

Las medidas de prohibición como la australiana obvian, en primer lugar, la enorme dificultad que supone ponerlas en práctica, con el evidente riesgo de generar conductas que tratan de mantener ese consumo, pero en condiciones precarias que llevan a una marginalización y a un posible mayor atractivo. El impacto de las prohibiciones en la creación de patrones de consumo poco sanos y tendentes a la marginalización es bien conocido, y las redes sociales no son una excepción.

Prohibir únicamente retrasa el problema, y posiblemente lo agudiza al enfrentar a los jóvenes con un uso a partir de los dieciséis, una edad compleja, para el que nadie los ha preparado. Es, simplemente, una solución cosmética para poder decir que se ha hecho algo, cuando en realidad lo que se ha hecho es agravar el problema.

¿Son las redes sociales peligrosas? Sin duda. Están diseñadas específicamente para generar adicciones y para provocar un uso compulsivo. Pero plantear una comparación con las drogas es absurdo y está fuera de lugar, porque las drogas no son necesarias para el desarrollo de la persona en la sociedad como hoy en día ya lo son, de manera práctica, las redes sociales. En lugar de plantear prohibiciones y restricciones radicales, hay que presionar a las compañías que están detrás de las redes sociales para forzarlas a adoptar estándares razonablemente éticos en el desarrollo de sus productos, y para proteger a unos jóvenes que, eventualmente, terminarán utilizándolas en muchos aspectos de su vida.

Las soluciones radicales y extremas no suelen ser acertadas, y el caso de la prohibición en Australia, que no entra en vigor hasta noviembre de este año, lo probará con el tiempo. Planteemos mejor soluciones basadas en la educación y en el control de quienes son realmente responsables de los problemas que sufren los jóvenes en las redes sociales. Tiene mucho más sentido que prohibir.

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