Mi columna de esta semana en Invertia se titula «TikTok, Trump y el patético populismo» (pdf), y trata de explicar que nada de lo que se ha vivido en los Estados Unidos con el episodio de TikTok es real, que todo es una soberana estupidez, y que, en la práctica, era todo una pantomima para dejar a Donald Trump como un supuesto héroe.
En la cabeza de un populista solo hay una cosa: convertir cada acción en una forma de captar votos. Los resultados de esas acciones, aparte de lograr convencer a los votantes de que es algún tipo de genio al que conviene otorgar un poder omnímodo, dan completamente igual. Que TikTok sea o no una supuesta amenaza para la seguridad nacional, que se apropie de los datos personales de sus usuarios o que sea utilizada para desestabilizar o difundir bulos da exactamente lo mismo. Nada importa, solo lograr desacreditar lo más posible al adversario y encumbrarse a uno mismo a la gloria.
La prohibición de TikTok por parte del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en la práctica, no era tal prohibición, ni por supuesto solucionaba ningún problema: solo demostraba cómo de idiotas son todos los implicados. Dado que no se pedía a los operadores, como sí se hizo en India, que restringiesen el tráfico a la aplicación, lo único que ocurría era que los usuarios no podían descargarla de las tiendas de aplicaciones, pero los más de 170 millones de norteamericanos que la tenían instalada la podían seguir usando perfectamente y sin ningún problema ni interferencia. Lo único que no podían era actualizarla ni descargársela a un terminal nuevo, lo que conllevaba que la app no creciese más, pero eso era todo.
El irse a negro el sábado fue, pura y simplemente, una pantomima estúpida por parte de TikTok, solicitada además por el propio Donald Trump como condición para firmar la orden ejecutiva que firmó nada más llegar a la Casa Blanca con un permiso de 75 días para la aplicación. En la práctica, nada impedía que los usuarios pudiesen utilizar la app, y fue únicamente la propia TikTok la que decidió teatralizar el asunto. De hecho, en cuanto Donald Trump anunció que iba a firmar la orden ejecutiva y que no habría sanciones para nadie, TikTok volvió a funcionar con normalidad, y lo hicieron con un mensaje en el que decían que «como resultado de los esfuerzos del Presidente Trump, TikTok estaba de vuelta en los Estados Unidos«. Claro, tan de vuelta como que, en realidad, nunca se había ido… simplemente ellos mismos habían suspendido el servicio, y poquito tiempo para evitar que se les cayesen mucho los ingresos!
Toda la historia es, en realidad, populismo del más patético que existe. Aprovechar una situación para demonizar al adversario – aunque la prohibición, en realidad, fuese apoyada tanto por demócratas como por republicanos, el relato ahora es que Biden prohibió TikTok – y, sobre todo, para convertir a Donald Trump en «el héroe que ha salvado TikTok» para 170 millones de usuarios norteamericanos.
Todo el relato es estúpido: ni TikTook se fue, ni Trump la ha traído de vuelta, ni ha pasado, en realidad, nada de nada. Pero ahora millones de idiotas se han tragado esa historia y aplauden con las orejas a un presidente que simplemente con pisar la Casa Blanca, ya arregla supuestamente el problema, del mismo modo que «arregló» la guerra en Oriente Medio aunque toda la negociación la llevase a cabo el equipo del gobierno anterior y el suyo se limitase a pasar a última hora por ahí. Pero en eso es experto ese cáncer de la democracia llamado populismo: en dibujar relatos maniqueos con buenos muy buenos y malos muy malos, y en inventar situaciones para poder ser definido como héroe, como salvador de cualquier situación.
Es verdaderamente vergonzoso, patético. A Donald Trump no le preocupa en absoluto ni los datos de sus ciudadanos, ni la seguridad nacional, ni la voluntad del Parlamento o del Tribunal Supremo. Lo único que le importa es el aplauso, el gesto y la narrativa, y los ha conseguido todos ellos. Ha engañado a sus ciudadanos y ahora personifican que fue Biden cerró TikTok, y que fue él quien la trajo de vuelta. Es simplemente un payaso experto en buscar el aplauso fácil, y lo ha conseguido.
Y pensar que nos quedan cuatro años de esto…
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