
Las relaciones sentimentales con las máquinas eran hasta ahora un argumento de la ciencia ficción, como refleja la película Her, de Spike Jonze, o de excentricidades como la de Akihiko Kondo, quien se casó con el holograma de su cantante virtual favorita. Pero la inteligencia artificial (IA) ha llevado a la realidad la vinculación emocional de los humanos con los asistentes virtuales, algunos creados desde su origen con este fin, como Replika o Character.AI. Dos estudios, uno publicado en MIT media Lab y otro de OpenAI, la empresa creadora de ChatGPT, investigan el impacto de estas relaciones contemporáneas, su uso como paliativos de la soledad, sus beneficios y los potenciales riesgos de dependencia que, en casos extremos, pueden llevar al suicidio.
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