La televisión ha muerto: LG y el último clavo en el ataúd de la privacidad

IMAGE: OpenAI's DALL·E, via ChatGPT

¿Recuerdas cuando encender la televisión era una experiencia sencilla y privada? Elegías un canal, veías tu programa, y eso era todo. Salvo que fueses de los pocos que tenía instalado un audímetro o pusieras el volumen muy alto, nadie se enteraba. Sin rastreos, sin anuncios personalizados, sin manipulación emocional. Pues bien, despídete de esa experiencia. LG ha decidido que era demasiado humana, demasiado tuya. En su lugar, te ofrece una experiencia «inteligente», emocionalmente «conectada» y profundamente invasiva. Y lo peor: no están solos.

La última ocurrencia de LG, en un acuerdo de colaboración con una empresa llamada Zenapse que se define a sí misma como «una plataforma de marketing de software como servicio que puede impulsar las ventas de los anunciantes con inteligencia emocional impulsada por IA», es implementar sistemas de publicidad dirigida basados en el análisis de tus emociones. Sí, has leído bien. Tu televisión ahora tratará de «leer» tu estado emocional, gracias a algoritmos que analizan lo que ves, cómo lo ves, y supuestamente cómo te sientes, para lanzarte anuncios «más relevantes». ¿El objetivo? Aumentar la eficacia de la publicidad. ¿El precio? El último rincón de tu intimidad audiovisual.

Esto no es ciencia-ficción, es realidad. Y es un ejemplo claro de lo que ocurre cuando una tecnología puede hacer algo, y alguien decide que por ello debe hacerlo. Que sea posible usar la inteligencia artificial para evaluar tus emociones en tiempo real no quiere decir que sea ético, ni sensato, ni aceptable. Solo quiere decir que hay empresas lo suficientemente irresponsables como para hacerlo, y ejecutivos lo bastante miopes como para aprobarlo. El sistema afirma no utilizar la cámara de la televisión para espiarte y detectar tu estado emocional… todavía.

Y sí, hablo con conocimiento de causa. Hace poco tuve la oportunidad de probar uno de los modelos más recientes de LG, y la experiencia no puede calificarse de otra forma que no sea desastrosa. De verdad, un espanto. Menús confusos hasta la desesperación, decisiones de diseño que parecen pensadas para hacerte huir de la interfaz, y anuncios de un tamaño tan obsceno que literalmente arrinconan el contenido. En serio: imagina encender la televisión y ver cómo lo que quieres ver se minimiza en una esquina mientras un anuncio ocupa el resto de la pantalla. ¿En qué mundo alguien pensó que semejante barbaridad podía funcionar?

Y no acaba ahí: el sistema constantemente te empuja hacia su propia oferta de contenido, una colección interminable de canales basura que no has pedido, que no quieres, y que en muchos casos ni siquiera sabías que existían… ni falta que te hacía. Todo lo que hace falta para acceder a los canales de toda la vida, los que los usuarios realmente esperan encontrar, se convierte en una carrera de obstáculos. La tecnología FAST (Free Ad-Supported TV) está íntimamente integrada con el sistema operativo WebOS, y aparece todo el tiempo como si fuera una plaga. Es el equivalente moderno de venderte un coche que solo quiere conducirse a sí mismo… hacia donde él quiere ir.

LG ha convertido sus televisores en una máquina de empujar contenido irrelevante y anuncios indeseados, disfrazada de modernidad. Y ahora, además, quiere además «leer tus emociones» para hacerlo supuestamente «mejor». ¿Mejor para quién? Lo siento, pero no. Esta distopía no la compro. LG puede ser uno de los fabricantes mundiales más importantes de televisores, pero a partir de ahora, los evitaré como quien huye de la peste.

Si esta es la idea de una «smart TV», lo tengo claro: prefiero una «dumb TV», gracias. Una pantalla que simplemente muestre lo que yo quiero ver, sin ningún tipo de tracking, sin emociones falsas, sin manipulación, sin convertir mi salón en una especie de laboratorio de marketing emocional. Hay cosas que la tecnología puede hacer, pero que jamás debería hacer. Y esta es, sin duda, una de ellas.

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