Personas mayores y uso de tecnología

IMAGE: Grok

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «Smartphones y deterioro cognitivo» (pdf), y trata de reseñar algunas de las cosas que la ciencia dice sobre el uso de tecnología, y que contradicen muchas de las que estudios anteriores, que en su mayor parte ya tenían sus conclusiones decididas mucho antes de analizar los datos, tendían a reflejar.

Los recientes avances en la investigación sobre el uso de tecnologías digitales por parte de adultos mayores han desafiado la noción de que estas herramientas contribuyen al deterioro cognitivo. Estudios recientes sugieren que el uso regular de dispositivos como smartphones y computadoras puede estar asociado con una menor tasa de declive cognitivo en personas mayores de 50 años.

Un meta-análisis publicado en Nature Human Behaviour analizó 57 estudios con datos de más de 411,000 adultos mayores. Los resultados indicaron que aquellos que utilizaban tecnologías digitales tenían un 58% menos de riesgo de deterioro cognitivo y una reducción del 26% en la tasa de declive cognitivo a lo largo del tiempo. Estos hallazgos se mantuvieron incluso después de controlar variables como el nivel socioeconómico, la educación y la salud general. De hecho, en estudios anteriores se demuestra que los factores que más contribuyen a evitar el deterioro cognitivo son el uso de internet y la lectura, mientras que existe una correlación clara entre ese deterioro cognitivo y las horas de exposición a la televisión o la falta de horas de sueño. A lo mejor, digo, los que no paran de promover aquello de «levanta la cabeza» lo hacen simplemente para evitar que mires otras pantallas que no sean la suya…

Además, determinadas intervenciones específicas mediante aplicaciones móviles han mostrado beneficios. Un estudio piloto evaluó el programa Silvia, una aplicación que ofrece ejercicios cognitivos, asesoramiento personalizado y análisis de voz para detectar síntomas de demencia. Los participantes que utilizaron la aplicación mostraron mejoras significativas en funciones cognitivas como la memoria y el lenguaje, en comparación con un grupo de control.

Estos estudios sugieren que el uso activo y comprometido de tecnologías digitales puede tener un efecto protector sobre la función cognitiva en adultos mayores. Sin embargo, es esencial considerar la forma en que se utilizan estas herramientas, promoviendo un uso que estimule la mente y facilite la conexión social: lejos de ser perjudiciales, las tecnologías digitales, cuando se utilizan de manera adecuada, pueden ser verdaderas aliadas en la promoción de la salud cognitiva en la vejez.

Las conclusiones me llevan a dudar sobre mucho de lo que hoy se considera una verdad absoluta en el uso de la tecnología, que tiende a considerarla siempre como dañina y que, en realidad, es una parte de la realidad de la interacción humana que, desde un punto de vista de puro sentido común, sería recomendable conocer, y no simplemente temer. Demonizar la tecnología siempre ha sido algo habitual en la historia de la humanidad, y en cada uno de los casos se ha ido demostrando con posterioridad que, en realidad, esos supuestos «daños terribles» no existían.

A lo mejor es el momento de darse cuenta de que llevamos décadas haciendo el imbécil con restricciones, prohibiciones y miedos, y de empezar a actuar con lógica introduciendo la tecnología como debe ser, sin fantasmas ni temores infundados. Y más cuando sabemos que el otro enfoque no solo no ha funcionado, sino que ha sido contraproducente y ha dado lugar a una generación de ignorantes incapaces de diferenciar una noticia falsa o de llevar a cabo una tarea mínimamente sofisticada. La incorporación de la inteligencia artificial a la educación va a ser uno de los mayores hitos que marquen el progreso y la mejora en el aprendizaje, y los que se opusieron a ella quedarán en el más absoluto de los ridículos. Y si no, al tiempo.

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