Negar la emergencia climática es perder el futuro: la estúpida ventaja que Trump regala a China

IMAGE: OpenAI's DALL·E, via ChatGPT

Negar la evidencia científica sobre el cambio climático en pleno 2025 no es solo absurdo e irresponsable: es además una muestra descarnada de estupidez estratégica. Cuando la ciencia ya no deja espacio para la duda, con temperaturas récord, fenómenos extremos multiplicándose y glaciares desmoronándose a la vista de todos, persistir en el negacionismo climático es equivalente a querer tapar el sol con un dedo.

Y sin embargo, ahí tenemos a Donald Trump, reincidiendo en su enésima cruzada contra la evidencia, prometiendo rescatar al carbón, dinamitar la transición energética y retirar a Estados Unidos de cualquier compromiso serio contra la emergencia climática.

Lo que Trump no entiende, o peor, lo que entiende pero sacrifica en el altar de sus intereses políticos a corto plazo, es que la transición energética no es simplemente una moda progresista, ni un capricho ideológico woke: es, en términos puramente económicos, el mayor motor de competitividad y eficiencia de los próximos cincuenta años. Hoy en día, las energías renovables no son una apuesta arriesgada ni una utopía verde: son ya, en la mayoría de los casos, más baratas que cualquier fuente fósil. Apostar por el carbón o el petróleo cuando el sol y el viento ofrecen energía abundante y mucho más económica es sencillamente apostar por el atraso.

Mientras Trump y sus seguidores hacen campaña abrazando una retórica caduca, otros en el mundo, con China a la cabeza, entienden perfectamente lo que está en juego. Xi Jinping acaba de reafirmar que la lucha contra el cambio climático en su país no solo continuará, sino que se reforzará, independientemente de los vaivenes políticos globales. El mensaje es claro: mientras Occidente, liderado por la administración Trump, se enreda en debates absurdos sobre si el clima cambia o no, China acelera la producción de paneles solares, turbinas eólicas, baterías de nueva generación, vehículos eléctricos y redes eléctricas inteligentes. Es la paradoja china: el país más contaminante del mundo actualmente es, a la vez, el líder en la transición medioambiental.

El resultado es fácil de anticipar: mientras unos retroceden, otros se posicionan para liderar la economía del futuro. Para China, la miopía climática de Trump no es un problema: es una oportunidad de oro. Una oportunidad para dominar los sectores estratégicos de la energía limpia, para controlar las cadenas de suministro críticas y para exportar no solo productos, sino modelos de desarrollo sostenibles en los que Estados Unidos, sencillamente, ya no jugará ningún tipo de papel relevante. El protagonista del pasado.

Negar el cambio climático no solo es negar la ciencia: es negar el futuro. Cada vez que un líder político minimiza la crisis ambiental o impulsa energías fósiles obsoletas, está condenando a su país a perder competitividad, empleo de calidad e influencia global. Y en esa carrera hacia la irrelevancia, el negacionismo climático no es solo un suicidio estratégico: es un regalo incalculable para quienes sí entienden que el verdadero poder del siglo XXI será renovable… o no será.

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