Fue el arma más peligrosa de la Primera Guerra Mundial: su impacto en la batalla no puede ser olvidado

A lo largo del siglo XX se han utilizado multitud de tecnologías en las sendas guerras mundiales habidas. La primera de ellas, iniciada en 1914, fue la que trajo a los campos de batallas armas como los tanques o los aviones de combate. Dos tecnologías que a día de hoy todavía son imprescindibles. Sin embargo, hubo otra arma que dejó un impacto psicológico que duró generaciones e incluso hoy día todavía es mencionada sin descanso: el gas venenoso. La gran guerra fue el primer y único conflicto en el que se ha usado esta arma de forma intensa, lo que la hizo más horrible si cabe.

Como decíamos, la designada como Gran Guerra de 1914 a 1918, trajo una revolución tecnológica. Los adelantos habidos en las décadas previas como el motor de combustión, la aviación y distintas formas productivas inauguraron la guerra industrial. Esta contienda sin duda fue la definición de guerra total, un concepto que se basa en que toda una nación o país (como se prefiera) trabajan para que su estado se alce victorioso. Por eso mismo, todos los ámbitos de la vida quedan subordinados a la industria militar.

Tenemos suerte de que no se haya vuelto a utilizar

Aparte de coches, aviones y otra clase de vehículos, los inicios del siglo XX también trajeron una revolución en temas físicos y químicos. Sin ir más lejos todas las cuestiones de la electricidad o los elementos químicos usados como abonos tuvieron mucha importancia. La productividad de los cultivos consiguió aumentarse gracias a esos abonos refinados, que todavía usamos en la actualidad. Ahora bien, esos procesos y conocimiento de la química también se podía aplicar a la guerra. Tal y como hizo Alemania a partir de 1915, aunque luego fue copiado por sus enemigos.

A comienzos de 1915, un renombrado químico llamado Fritz Haber propuso a las altas instancias militares usar gases venenosos para intentar atravesar los frentes. Francia se había recubierto de trincheras y fortificaciones que no permitían los movimientos. Un poco como pasa ahora mismo en Ucrania en el área del Donbass. En este contexto Haber presentó el gas cloro. El cloro era un elemento común, pero que nunca se había usado de forma gaseosa con intenciones bélicas.

Soldados estadounidenses posan para la cámara equipados con máscaras antigás

El primer ataque efectivo que se hizo con este tipo de armas se hizo en abril de 1915 en Bélgica en concreto en la ciudad de Ypres. Los testimonios de los que allí estuvieron hablaban de una nube de color verde que se acercó lentamente a las trincheras para luego empezar a ahogar a los que las ocupaban. Los soldados optaron por huir, aunque luego la niebla venenosa se dispersó y contraatacaron.

Después de este espeluznante ataque la cosa fue cada año a peor. Los alemanes acabaron por desarrollar todo tipo de gases tales como el fosgeno o el más peligroso de todos: el gas mostaza. Llamado así por su color y los tonos a pimienta que daban en la boca cuando se respiraba, este gas quemaba la piel y carcomía los pulmones si entraban dentro del organismo. Lo peor de todo es que los alemanes consiguieron usar gas dentro de los proyectiles de artillería para poder alcanzar objetivos más lejanos a los que permitían las bombonas que normalmente se colocaban a pie de trinchera.

La diversificación de la guerra química fue un asunto grave dentro de la Primera Guerra Mundial. Al final, el Ejército Alemán tenía en sus arsenales toda una serie de gases que se identificaban por colores dependiendo de la misión que tuvieran:

Blanco: gases lacrimógenos no mortales, pero que producían irritación entre las tropas afectadas. Sus efectos solían pasar sin provocar daños en el cuerpo.Azul: gases irritantes que quemaban la piel al atravesar las telas del uniforme. La idea era que el quemazón obligara a los soldados a quitarse las máscaras y que otros gases les afectaran.Verde: gases pulmonares que causaban daños graves dentro del organismo, en concreto en las vías respiratorias. Solían usarse con los azules.Amarillo: gas mostaza, el más completo de todos los usados durante las hostilidades. Era tanto irritante como pulmonar. Destruía el tejido interno y externo. Adolf Hitler quedó afectado por un ataque con este gas.

Por supuesto, los Aliados (Francia, Reino Unido, Rusia y EE. UU) no se quedaron atrás. Enemigos de Alemania durante la guerra, cuando contemplaron que esta usaba ese tipo de armas -prohibidas por distintas convenciones- empezaron a utilizarlas también. Así en las batallas del Frente Occidental en la contienda se podía ver enormes nubes de todos los colores que envolvían las posiciones con esa atmósfera venenosa.

Finalmente, cuando la guerra acabó en 1918, el gas se mantuvo como arma en los arsenales. No obstante, y para suerte de la humanidad, los antiguos contendientes no volvieron a utilizarla por la pesadilla que era. Cientos de miles de hombres quedaron afectados por los gases. Y no solo eso, dejaron un impacto psicológico tremendo. En la Segunda Guerra Mundial la máscara antigás era obligatoria a pesar de no haberse empleado esta arma. La psicosis fue tal que se repartieron máscaras antigás para niños con forma de personajes de Disney.

Ver en Amazon.es: La Guerra de las Trincheras

Hoy las máscaras antigás siguen siendo obligatorias en las fuerzas armadas de todo el mundo. Siempre preparados por si acaso a alguien le da por utilizarlo de nuevo.

El artículo Fue el arma más peligrosa de la Primera Guerra Mundial: su impacto en la batalla no puede ser olvidado fue publicado originalmente en Urban Tecno.

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