Está surgiendo un interesante debate en el Reino Unido a cuenta de una propuesta aparentemente muy transgresora: cambiar el actual precio de la electricidad determinado por una subasta a nivel nacional, con todos los ciudadanos pagando los mismos precios por kilowatio (aunque, obviamente, determinados por las tarifas y acuerdos a los que hayan llegado con sus distribuidoras), por un sistema de determinación de precios en función de la zona, que dividiría Gran Bretaña en siete zonas con precios independientes.
¿Cuál es el motivo para pretender terminar con la subasta única? Muy sencillo: el sistema de precio único provoca enormes ineficiencias derivadas del sistema de interconexiones y de la posible saturación de algunas zonas, lo que suele terminar con instalaciones eólicas paradas y recibiendo dinero a cambio de no funcionar, para evitar sobrecargas en las redes de distribución locales. Eso se debe a la disparidad, en muchos casos, entre las infraestructuras construidas en unas zonas y la demanda existente en ellas.
En las islas Shetland, por ejemplo, que vienen a ser la zona más ventosa del país, los aerogeneradores permanecen parados en muchas ocasiones debido al riesgo de saturar las redes locales, que abastecen a una población e industria muy escasas. Los pagos que el gobierno destina a compensar a los gestores de esas infraestructuras por estar paradas llegan a representar varios miles de millones anuales.
En otras zonas, en cambio, no se instalan infraestructuras renovables debido a complicaciones administrativas, falta de licencias o de subsidios que las incentiven. Esa situación termina determinando un mapa de generación condicionado no por las necesidades reales de electricidad en cada zona del país, sino por factores administrativos absurdos, lo que da lugar a una gran ineficiencia. Si unimos a ello la creciente instalación de infraestructuras de generación individuales por parte de los ciudadanos, que modifica también el mapa de necesidades de electricidad, el conjunto resulta notablemente difícil de gestionar bajo un sistema de precio único, que en la mayoría de los casos deja de representar un parámetro razonable y pasa a ser simplemente una herramienta para que las compañías eléctricas maximicen sus beneficios manipulando esos precios.
Un sistema por zonas tendería a estimular a las autoridades locales para que facilitaran la instalación de más infraestructuras de renovables precisamente allá en donde son más necesarias para cubrir la demanda, en lugar de allá donde los subsidios lo hacen más interesante, y así ofrecer a sus ciudadanos unos precios de la energía más competitivos.
Algunas compañías eléctricas, en cambio, afirman que un sistema así daría lugar a una mayor volatilidad en los precios y crearía nuevos riesgos para los inversores en infraestructuras renovables, lo que podría hipotéticamente llegar a perjudicar a la industria del país.
Si hay una cosa clara, es que el actual sistema de subastas no ha logrado en absoluto el propósito para el que fue inicialmente concebido, y se ha convertido en una forma de que las compañías de generación puedan manipular el precio tomando decisiones sobre qué energía comercializan para marcar el precio máximo y cuál no, lo que históricamente ha llegado a funcionar incluso como un desincentivo para evitar la desinversión en energías basadas en combustibles fósiles, siempre más caras que las renovables, con el fin de poder seguir utilizándolas como baremo para marcar el precio máximo.
Eso ha dado lugar a paradojas muy claras, como que Escocia, por ejemplo, que debería tener el precio más barato de toda Europa en función de la cantidad de energía renovable que podría estar generando, termine pagando uno de los precios más caros, mientras muchas dSe e esas infraestructuras están paradas y cobrando por estarlo. Bajo un sistema en zonas, las áreas con altos niveles de generación de electricidad limpia y baja demanda deberían esperar precios más bajos, mientras que las áreas urbanas con alta demanda pero proyectos de energía renovable más limitados verían precios más altos y tendrían más incentivos para aprobar proyectos relacionados.
Las energías renovables están dando lugar a nuevos mapas y equilibrios, y parece razonable que los sistemas desarrollados anteriormente para fijar los precios deban modificarse, sobre todo si, en realidad, nunca llegaron a funcionar bien y evolucionaron para convertirse en un sistema de maximización de los beneficios de las compañías eléctricas. Veremos cómo evoluciona la cuestión.
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