Automóviles e interfaz de usuario

Se ha escrito mucho sobre las interfaces de usuario en automoción, y en general, todo ello basado en estudios elaborados por publicaciones y personas que provienen sistemáticamente del mismo mundo: uno lleno de botones, pulsadores, palancas y controles físicos de todo tipo, que cuando se sientan en la cabina de un vehículo con filosofía radicalmente espartana, en la que únicamente se encuentran una gran pantalla táctil central, se encuentran como si los hubieran despojado absolutamente de todo.

La realidad es que la inmensa mayoría de esos estudios sabían perfectamente cuáles iban a ser sus conclusiones mucho antes siquiera de empezar la recogida de datos, suponiendo que la hayan hecho de manera mínimamente seria. Y que esas recogidas de datos, habitualmente, se basaban en la experiencia de personas con muy escasa familiaridad con ese tipo de interfaces desarrollados más recientemente, lo que resultaba sistemáticamente en una evaluación más pobre y que se inclinaba siempre por los interfaces basados en botones, supuestamente más fáciles de utilizar sin necesidad de dirigir la vista hacia ellos.

¿La realidad? Que cuando se investiga el número de accidentes con datos no sesgados, los vehículos basados en interfaz con pantalla bien diseñados tienen sistemáticamente menos accidentes. La experiencia de conducción se corresponde con una necesidad bastante escasa de tocar la pantalla durante la conducción, con muchas funciones que pueden llevarse a cabo desde el volante, y aún así, con una gran ausente todavía, que el Chief Software Officer de Rivian, Wassym Bensaid, afirma que va a ser fundamental: las interfaces de voz.

Según Bensaid, los botones en las interfaces de automóvil son un error, una anomalía que tenderá cada vez más a eliminarse. Cualquiera que alquile automóviles a menudo sabe que es perfectamente habitual hacerse cruces ante palancas con funcionalidades tan complejas y con un número tan grande de posiciones y combinaciones, que simplemente intentar manejarla de manera mínimamente competente requiere de una master class y mucha inspiración. Las complejas interfaces totalmente propietarias con botones por todas partes de muchas marcas, que hacen que uno poco menos que tenga que hacer un cursillo antes de sentarse a conducirlos, podrían ser perfectamente sustituidos por una pantalla, con una interfaz mucho más cuidada, con diseño modificable mediante actualizaciones, que permite priorizaciones y adaptaciones basadas en el contexto, y con una buena interfaz de voz. Una pantalla se puede rediseñar, actualizar y dotar de nuevas funcionalidades, un botón o una palanca no hay quien los modifique. Pero claro, para la mayoría de los usuarios acostumbrados a marcas tradicionales, la idea de que un vehículo pueda mejorar tras su adquisición es cosa de ciencia-ficción…

De hecho, una de las novedades que los usuarios de Tesla esperan con más ansia es la incorporación al interfaz de voz de sus vehículos, por el momento bastante deficiente, de la tecnología basada en Grok, el LLM generativo desarrollado en X. Un interfaz capaz de entender realmente lo que el usuario necesita, y que proporcionaría un control con muchas menos distracciones potenciales que una basada en botones o en pantallas.

Mientras, otras marcas se dedican, en ausencia de investigación propia, a simplemente clonar la pantalla de un smartphone con sistemas como Apple CarPlay o Android Auto, como si esa decisión de subcontratación total fuese una solución adecuada y un automóvil debiese necesariamente tener la misma interfaz que un dispositivo de bolsillo. Está claro: una cosa es la familiaridad que el usuario pueda tener con la pantalla de su smartphone, y otra muy diferente su idoneidad como interfaz para la conducción, que habitualmente es más bien escasa.

A la hora de evaluar la interfaz de un vehículo hay muchas más cosas que deben ser tenidas cuenta más allá de la opinión de alguien completamente acostumbrado a tener botones y palancas. Las interfaces basadas en pantallas bien diseñadas, por mucho que digan algunos, no han probado en absoluto generar problemas de atención a la conducción ni un mayor nivel de inseguridad, y las interfaces basadas en voz pueden marcar, seguramente, la dirección en la que las cosas se moverán en un futuro.

Pero a la hora de plantear su desarrollo, es indispensable tener en cuenta que hablamos de software, y que ese es, sin ningún género de dudas, el apartado en el que las marcas tradicionales se han estrellado más veces, tanto por carencias derivadas de su hardware – siguen pensando que el microprocesador es fundamentalmente para el sistema de entretenimiento – como por sus dificultades a la hora de interpretarse a sí mismas como compañías tecnológicas, en lugar de como hubs que controlan una miríada de subcontratas que desarrollan cada parte del automóvil.

El futuro en las interfaces de automoción tiene seguramente mucho por escribir todavía, y más teniendo en cuenta que, en último término, acabará no encargándose de una conducción que será cada vez más autónoma. Pero si algo tengo claro es que las pesadillas de infinitos botones y palancas con todo tipo de símbolos crípticos son el pasado, y el futuro es muchísimo más minimalista, con pantallas y con interfaces de voz.

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