La inteligencia artificial (IA) es capaz de identificar tumores a partir de miles de imágenes, intervenir de forma precisa en una operación quirúrgica, descubrir antibióticos y proteínas, evaluar comportamientos de mercados u optimizar un proceso industrial, entre otras decenas de usos. Sin embargo, esta habilidad tecnológica es muy limitada ante fenómenos adversos como las riadas, las catástrofes más dañinas tras los terremotos (incluidos tsunamis). Las inundaciones han afectado en dos décadas a 2.500 millones de personas, matado a un cuarto de millón de ellas y causado daños evaluados en 936.000 millones, según la base de datos mundial sobre desastres naturales (EM-DAT) de la Universidad Católica de Lovaina (Bruselas). Sin embargo, los desarrollos para predecir y evitar sus efectos aún no son efectivos, a pesar de ser uno de los objetivos de gigantes tecnológicos e instituciones de todo el mundo. ¿Por qué?
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