La sonda Voyager 2 nos mostró como era Urano allá por la década de 1980, enseñándonos curiosidades del tercer planeta más grande del sistema solar. Sin embargo, aquellas primeras observaciones también nos trajeron misterios en torno a un cuerpo celeste que vuelve a ser protagonista en los últimos días por un descubrimiento que ha cambiado nuestra concepción de este lejano planeta.
Comprendiendo los misterios de Urano
En aquel 1986, muchos científicos quedaron atónitos al observar cómo las partículas energéticas que se encontraban alrededor de Urano parecían desafiar todo lo que sabíamos acerca de cómo los campos magnéticos atrapan la radiación. Sin embargo, parece que un reciente estudio publicado en la revista científica Nature Astronomy podría tener solución a un misterio que nos ha costado resolver casi 40 años.
Un grupo de científicos ha vuelto a analizar los datos que la Voyager 2 recopiló hace 38 años y se ha dado cuenta de que en aquel momento sucedió una casualidad, que parece casi inverosímil. Parece que Urano habría sido afectado por un fenómeno de clima espacial que habría aplastado su campo magnético, provocando que la magnetosfera de Urano estuviese extrañamente comprimida. Jamie Jasinski, autor principal de la investigación, asegura en un comunicado de la NASA que:
Si la Voyager 2 hubiese llegado solamente unos días más tarde, habría observado una magnetosfera completamente diferente en Urano. La nave vio a Urano en condiciones que solamente ocurren alrededor de un 4% del tiempo.
Es realmente importante entender cómo funcionan las magnetosferas, para entender la que protege nuestro planeta. Es por ello que los científicos involucrados en esta investigación han alucinado con los descubrimientos realizados. Dentro de la magnetosfera de Urano se hallaron cinturones de radiación de electrones, pero sin una clara fuente de partículas energizadas, y se comprobó que apenas había contenido de plasma.
Este plasma desaparecido parece tener su origen en el Sol. Cuando los vientos solares impactaron con Urano, el plasma de su magnetosfera pudo haber salido despedido, lo que ha provocado que no se detectase en aquel momento grabado por la Voyager 2. Además, estos vientos solares también habrían intensificado los procesos en la magnetosfera, lo que implicaría que los cinturones de radiación habrían recibido electrones para ser alimentados.
Una de las responsables de analizar los datos de la sonda Voyager 2 en la década de 1980, Linda Spilker, también ha hablado acerca de los acontecimientos que sucedieron tras el paso de la nave, ahora a 21.000 millones de kilómetros de la Tierra, en las inmediaciones de Urano. Según la científica del Jet Propulsion Laboratory:
El sobrevuelo estuvo repleto de sorpresas y estuvimos buscando una explicación para su inusual comportamiento. La magnetosfera que midió la Voyager 2 fue únicamente una instantánea en el tiempo. Este neuvo trabajo explica algunas de las aparentes contradicciones y cambiará nuestra visión de Urano una vez más.
El artículo Los conocimientos que teníamos de Urano podrían no ser del todo certeros y las culpas parecen recaer en la longeva Voyager 2 fue publicado originalmente en Urban Tecno.
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