La próxima llegada a la Casa Blanca de Donald Trump y el desembarco de la asombrosa troupe que ha designado para los puestos más importantes de la administración (un antivacunas en Sanidad, un delincuente en Justicia, un petrolero en Energía, una organizadora de peleas en Educación, etc… ¿qué podría salir mal?) está alimentando numerosas especulaciones sobre el futuro que espera a las compañías tecnológicas.
En primer lugar, deberíamos ser muy cautos con respecto al criterio que pueda tener un anciano senil e incapaz de leer un texto largo, y esperar que, como aventura una viñeta, la mayor parte del peso de las decisiones lo lleven sus asesores, que no están ahí precisamente por su ideología, sino por sus intereses económicos.
Esto debería indicarnos claramente que la política y la regulación que fecte a las tecnológicas norteamericanas no será precisamente un conjunto de normas armónico y con una intención determinada, sino más bien unas reglas para aquellos «que caen bien» a la administración y otras para aquellos «que caen mal». Para compañías como Google o Meta, sin duda muy malas noticias, aunque no tan malas para otras como Apple, dado que por la razón que sea, Tim Cook tiene una buena relación con el inquilino de la Casa Blanca. Y por supuesto, mejores noticias para Elon Musk, que básicamente ha comprado su influencia en el gobierno del que aún es el país más poderoso del mundo como quien compra una rifa en una tómbola.
¿Debería la regulación de la tecnología depender de cómo le cae cada compañía al presidente de un país? No, lógicamente nunca debería ser así. La regulación es un arma potente, cargada de posibilidades y de peligros, y plantearla así es como poner una metralleta en manos de un chimpancé.
En el caso de Google, las cosas vienen complicadas. Todo indica que el Departamento de Justicia pedirá a un juez federal que obligue a Google a vender su navegador Chrome para supuestamente solucionar lo que considera un monopolio predatorio en búsquedas, monopolio predatorio que conocemos desde hace muchísimo tiempo. El Departamento de Justicia también pedirá al juez que obligue a Google a licenciar los datos de su motor de búsqueda y a dejar de incluir en su sistema operativo Android productos que incluyan la búsqueda y su tienda de aplicaciones móviles Google Play, un golpe sin duda fortísimo para la compañía. Asimismo, tiene la intención de solicitar la venta de Chrome, que podría valer unos 20,000 millones de dólares para quien esté tan loco como para pagarlos, porque es un punto de acceso clave a través del cual la gente usa el motor de búsqueda de Google.
El pasado agosto, Mehta ya dictaminó que Google había utilizado sus contratos de distribución exclusiva con empresas como Apple y Samsung para crear un monopolio de búsqueda ilegal, algo que muy pocos dudan. Se espera que el Departamento de Justicia emita formalmente su conjunto de medidas esta semana, pero muy probablemente, el juez no emitirá un fallo hasta mediados de 2025, y Google, sin duda, apelará el caso hasta donde sea necesario, con lo que podríamos estar ante un caso de horizonte muy largo. Ayer estuve en la SER hablando precisamente de este tema con Javier Ruiz.
Para otras compañías, veremos, pero sin duda, escasa consistencia y enorme arbitrariedad, como suele ocurrir en regímenes que sustituyen la democracia por el populismo y el culto al líder. Carlos Bueno, de El Economista, me cita en su artículo titulado «Casi todas las ‘big tech’ y Trump se dan un abrazo del oso» (pdf) a partir de algunas preguntas que me envió por correo electrónico sobre este tema, que copio y pego a continuación:
P. ¿Cómo cree que va a afectar este segundo mandato de Donald Trump en Estados Unidos al sector tecnológico?
R. La reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos para un segundo mandato a partir de enero de 2025 podría tener importantes repercusiones en el sector tecnológico, comenzando por un más que probable incremento en los precios de dispositivos electrónicos derivado de la guerra arancelaria, que según las promesas de Trump serán de un 60% a las importaciones desde China y entre un 10% y un 20% a importaciones de otros países. Se estima que ordenadores, tablets, smartphones, consolas, monitores y televisores elevarán sus precios entre un 30% y un 45%. Además, este segundo mandato probablemente intensificará la guerra comercial con China que podría afectar severamente a las cadenas de suministro globales, especialmente en el sector tecnológico, y que podría afectar especialmente a las empresas estadounidenses que fabrican en China, como Apple, aunque dada la privilegiada relación de Tim Cook con Donald Trump, es posible que pueda obtener excepciones.
P. ¿Las Big Tech de Estados Unidos saldrán más fortalecidas frente a sus posibles competidores de China?
R. La administración Trump podría modificar el enfoque actual sobre regulación antimonopolio, con cambios en la Federal Trade Commission y el Departamento de Justicia. Los procesos antimonopolio contra empresas como Amazon, Meta o Apple podrían verse afectados o incluso frenados, aunque compañías como Google o Meta podrían enfrentarse a un escrutinio continuo y más intenso debido a la percepción negativa de Trump hacia esas compañías.
P. ¿Ve correcta esa política de aranceles que promete imponer? ¿Cuáles son los factores que hay que tener en cuenta?
R. Los aranceles propuestos por Trump podrían tener impactos significativos en la innovación tecnológica en Estados Unidos, empezando por un aumento de los costes y una reducción de la inversión. El incremento en los precios de componentes y productos tecnológicos debido a los aranceles podría reducir la capacidad de las empresas para financiar su innovación, ya que tendrán que destinar más recursos a cubrir los costes más altos de producción e importación. Además, se calcula que disminuirán el poder adquisitivo de los consumidores en unos $90 mil millones anuales, lo que podría reducir la demanda de nuevos productos tecnológicos, y podrían provocar disrupciones en la cadena de suministro. Sectores industriales de futuro, como la industria de vehículos eléctricos, donde China es líder mundial, podría enfrentarse con obstáculos para competir e innovar en el mercado estadounidense, y lo mismo podría ocurrir con el sector de energía solar, que podría ver reducida su capacidad de innovación debido al aumento de costos en paneles y componentes.
La idea primaria de Trump de incentivar la producción e innovación doméstica en ciertos sectores tecnológicos, como parte de una estrategia de sustitución de importaciones, y estimular la inversión en capacidades de fabricación avanzada dentro de Estados Unidos podría llegar a producirse, pero sería un proceso muy lento y costoso, ya que el sistema actual de producción global ha tardado décadas en configurarse. Por tanto, aunque los aranceles podrían estimular cierta innovación doméstica, es más probable que en general tengan un impacto negativo en la capacidad de innovación tecnológica de Estados Unidos, al aumentar sus costes, reducir la inversión disponible y provocar problemas en las cadenas de suministro globales de las que depende gran parte de la industria tecnológica.
P. ¿Cómo valora las intenciones de Trump de avanzar hacia una desregulación del sector? ¿Ayudará a estimular la innovación?
R. La desregulación del sector tecnológico tendrá efectos positivos y negativos. Por un lado, la reducción de la regulación podría dar a las empresas tecnológicas más flexibilidad para probar nuevas ideas y modelos de negocio sin tantas restricciones legales, contribuir a acelerar algunos desarrollos gracias a una menor burocracia y requisitos regulatorios, y permitir que las innovaciones lleguen más rápidamente al mercado. Además, un entorno menos regulado podría atraer más capital de riesgo hacia startups y proyectos tecnológicos innovadores. Por otro lado, la desregulación podría favorecer a las grandes empresas tecnológicas ya establecidas, dificultando la competencia de nuevos actores innovadores y la llegada de nuevas propuestas innovadoras, al tiempo que genera riesgos éticos y de seguridad al aligerar la supervisión regulatoria. Además, la falta de protecciones regulatorias podría generar desconfianza en los usuarios hacia nuevos productos y servicios tecnológicos, con impactos en áreas como la inteligencia artificial, las criptomonedas o la neutralidad de la red.
P. ¿Qué tiene que hacer la Unión Europea para evitar seguir perdiendo notoriedad global en tecnología e innovación?
R. Para evitar perder relevancia global en materia de tecnología e innovación, la UE debería considerar un aumento significativo de la inversión en investigación y desarrollo tecnológico para reducir la dependencia de Estados Unidos y China, y fortalecer sectores estratégicos como la inteligencia artificial, la computación cuántica, los semiconductores y las tecnologías verdes sin asfixiarlas con un nivel de regulación excesivo. Además, debería reforzar el mercado único digital para crear un entorno más favorable a las empresas tecnológicas europeas, y armonizar las regulaciones digitales entre los estados miembros para facilitar el crecimiento de startups y scale-ups europeas. Otros efectos positivos podrían provenir de diversificar las cadenas de suministro tecnológicas para reducir la dependencia de un solo país, y fomentar la producción local de algunos componentes críticos, como los semiconductores. La cooperación internacional en innovación es fundamental, La Unión Europea debería buscar alianzas estratégicas con otros países tecnológicamente avanzados, como Japón, Corea del Sur o Canadá, y mantener canales de diálogo abiertos con Estados Unidos en temas de innovación y tecnología, a pesar de las posibles tensiones.
P. ¿Cuál puede ser la empresa más beneficiada y la más perjudicada?
R. Obviamente, las compañías de Elon Musk, que apostó todo a una victoria de Donald Trump, serán las grandes beneficiadas, y posiblemente logrará evitar que los subsidios actuales a vehículos eléctricos se mantengan para aquellos fabricados en los Estados Unidos, y que continúen fluyendo contratos hacia SpaceX – algo que, en cualquier caso, resulta razonable dada su enorme ventaja en costes. Por el lado negativo, Google y Meta, contra las que Trump ha mostrado especial animadversión, seguramente sufran una persecución más intensa.
P. El Nasdaq lo ha celebrado con fuertes alzas, ¿Cree que va a poder continuar esa euforia?
R. La euforia inicial del Nasdaq tras la victoria de Donald Trump podría continuar en el corto plazo, pero es probable que se modere con el tiempo. Por un lado, la desregulación, el apoyo a las criptomonedas y el estímulo fiscal podrían ser vistos favorablemente por el mercado. Pero por otro, la política arancelaria y la guerra comercial, la volatilidad del mercado y las crecientes tensiones geopolíticas podrían generar inestabilidad que afecte negativamente a los mercados. Históricamente, los mercados han tenido un mejor desempeño bajo administraciones demócratas: desde 1976, el beneficio de Wall Street bajo mandatos demócratas fue del 14.3% frente al 10.8% de las presidencias republicanas. Además, el rendimiento del bono del Tesoro a diez años ha aumentado, lo que podría indicar expectativas de mayor inflación y tasas de interés más altas, factores que podrían afectar negativamente a las acciones tecnológicas en el futuro. Por tanto, aunque el Nasdaq haya reaccionado positivamente en el corto plazo, la sostenibilidad de esta euforia dependerá de cómo un imprevisible Trump lleve a cabo sus políticas y de cómo afecten al panorama económico y geopolítico global. Lo más probable es que veamos períodos de volatilidad y ajustes a medida que el mercado vaya digiriendo las implicaciones a largo plazo de esta presidencia.
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