
Dos grupos de investigadores han participado en un descubrimiento que nos enseña cómo de diversa es la vida en nuestro planeta. Del descubrimiento de un par de nematodos en el permafrost siberiano en el año 2018, hemos llegado al análisis de una especie nunca antes descrita y que podría ayudarnos a crear nuevas estrategias de conservación para enfrentarnos a uno de los grandes males de nuestra era: el calentamiento global.
Descubriendo los secretos del Panagrolaimus kolymaensis
El instituto IPKhiBPP RAS descubrió hace años dos lombrices congeladas en un depósito del permafrost de Siberia a 40 metros de profundidad. Después de conseguir revivir a estos nematodos, el cuarto filo más grande del reino animal por lo que se refiere al número de especies, los científicos no daban crédito a lo que acababan de descubrir: ese depósito no se había descongelado desde finales del Pleistoceno. Es decir, que los nematodos llevaban congelados entre 45.839 y 47.769 años.
Al mismo tiempo, científicos del Instituto Max Planck de Biología Celular Molecular y Genética estaban investigando cómo era posible que las larvas del nematodo Caenorhabditis elegans pudiesen sobrevivir condiciones extremas. Cuando escucharon hablar de la investigación del instituto ruso, contactaron de inmediato con ellos. Los científicos del Instituto Max Planck analizaron el genoma de uno de los nematodos siberianos, descubriendo que se trataba de una nueva especie, a la que llamaron Panagrolaimus kolymaensis.
A partir de aquí, un estudio publicado en la revista científica PLOS Genetics desveló que ambas especies compartían genes y que, además, también eran capaces de entrar en lo que se denomina criptobiosis, un estado por el que un organismo suspende sus procesos metabólicos en condiciones extremas. El ser más conocido por este comportamiento es el tardígrado.
Los científicos comprobaron que los genes responsables de la criptobiosis en el Caenorhabditis elegans también se encuentran en el Panagrolaimus kolymaensis. Adentrándonos a nivel bioquímico, las dos especies producen un tipo de azúcar, denominado trehalosa, cuando son expuestas a una deshidratación media en pruebas realizadas en laboratorio.
De esta manera, pueden sobrevivir a la congelación y a deshidrataciones más severas. De hecho, se comprobó que las larvas del Caenorhabditis elegans eran capaces de sobrevivir 480 días a -80º C. Philipp Schiffer, uno de los autores del estudio, habla acerca de cómo la investigación puede ayudar al ser humano:
Estudiando la adaptación de las especies a ambientes tan extremos, al analizar sus genomas, nos permitirá desarrollar mejores estrategias de conservación para luchar contra el calentamiento global. Este estudio extiende la criptobiosis más larga jamás registrada por decenas de miles de años.
El artículo Llevaba 46.000 años congelado, lo han revivido y tiene la clave para luchar contra un terrible mal que azota a la humanidad fue publicado originalmente en Urban Tecno.
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