Pagar en metálico se va complicando…

El hábito de pagar en metálico lleva años en crisis: convertido en algo prácticamente generacional y, desde la pandemia, en una costumbre cada vez menos habitual. Pagar con el móvil o con el reloj es especialmente cómodo, y las visitas al cajero automático para hacerse con dinero en metálico se van convirtiendo en un evento cada vez menos frecuente.

Sin embargo, en la mayor parte de países, pagar en metálico sigue siendo razonablemente posible para aquellos que deseen hacerlo. En los Estados Unidos, en cambio, la cuestión se va complicando cada vez más: la llegada de los reverse ATM, máquinas en las que introduces dinero en metálico y te devuelven una tarjeta de débito con el equivalente en fondos que puedes utilizar en el establecimiento o fuera de él, ha llevado a que más y más establecimientos opten por dejar de aceptar dinero en metálico, convertirse en cashless, una opción que permite hacer las transacciones más rápidas y reducir robos.

El problema, además, está cuando aquellos que ofrecen ese tipo de servicios de conversión de dinero en metálico en su equivalente electrónico deciden cobrar comisiones, que oscilan entre uno y seis dólares, dependiendo de la cuantía. Si quieres tomarte una cerveza o un perrito caliente en el Yankee Stadium, por ejemplo, te encontrarás con que el bar del estadio no admite pagos en metálico, y te indican amablemente un cajero inverso en el que obtener una tarjeta para pagar.

En ese caso, cada vez más abundante, pasamos a una situación en la que pagar en metálico supone un coste extra, que el cliente tiene que asumir (enlace sin muro de pago aquí). Y la legislación federal que pretende proteger a los usuarios y obligar a los establecimientos a aceptar esos pagos en metálico, aunque presentada, no se ha sometido a votación, lo que lleva a que solo algunos estados, como Colorado y Rhode Island, hayan dictado leyes que, básicamente, prohiben las tiendas cashless.

Sin embargo, prohibir la práctica del cashless no parece tampoco la solución, dado que para muchos establecimientos, es una opción muy conveniente y con muchas ventajas. La idea es intentar encontrar un equilibrio entre el derecho a pagar en metálico de los ciudadanos y el interés por la reducción de complicaciones logísticas de las opciones cashless para muchos establecimientos. Y en ese sentido, la idea del cajero inverso tiene su cierto mérito… siempre y cuando, lógicamente, no te cueste dinero. Pero en un mercado acostumbrado ya a pagar por retirar tu propio dinero en un cajero automático que no sea de tu banco debido a la necesidad de financiar la infraestructura, pagar por pasar dinero a una tarjeta para poder pagar de la manera en que te obligan a hacerlo es algo que casi parece incluso normal.

Los pagos en metálico son ya la tercera opción de pago en los Estados Unidos, por detrás de los pagos con tarjeta y con dispositivos móviles: en el año 2023, supusieron tan solo el 16% de las transacciones, un declive del 2% con respecto al año anterior, en lo que lleva ya cierto tiempo siendo una caída constante. Sin embargo, bajar de un cierto porcentaje va a ser muy difícil: hay un cierto número de incondicionales del pago en metálico por motivos generalmente relacionados con la privacidad o el control, que no van a ser en absoluto fáciles de convencer, más allá de lo que podría ser un cambio generacional. Incluso entre los convencidos de la comodidad y conveniencia del pago electrónico, un 60% afirman que siguen haciendo algunos pagos en metálico, bien sea por discreción, por mantener mejor el control de sus gastos o porque les parece más adecuado para, por ejemplo, dejar propinas.

Otras opciones menos populares pero aún existentes, como el pagar facturas o recibos en metálico, son posibles en el país, pero cada vez más, al haber sido subcontratadas por las compañías que facturan los productos o servicios, conllevan también el pago de una comisión. Esto hace la vida más complicada para todo aquel que está fuera del sistema bancario por la razón que sea, bien por pobreza extrema, situación de inmigración irregular, etc.

De una u otra manera, todo indica que en economías desarrolladas y muy bancarizadas, el pago en metálico se va a ir convirtiendo cada vez más en un uso residual, aunque probablemente no llegue a prohibirse y simplemente vaya, cada vez más, cayendo en el desuso. Todo ello, claro, hasta que se popularicen otras alternativas…

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