Se veía venir: las tres grandes compañías discográficas, Warner Music, Sony Music y Universal Music, se han unido en una denuncia contra dos pequeñas compañías de generación algorítmica de música, Suno y Udio, alegando violaciones masivas del copyright por el presunto uso de canciones de su catálogo en el entrenamiento de los algoritmos.
La demanda pretende obtener $150,000 por cada canción supuestamente utilizada en el entrenamiento, y han cuantificado ese número en 662 canciones en el caso de Suno y 1,670 en el de Udio. ¿Por qué ese número? Porque les da la gana, porque es cuando se cansaron de contar o porque lo consideran suficientemente disuasorio. Según las discográficas, sin duda las compañías más ferozmente celosas y defensoras del arcaico modelo del copyright en todo el mundo, «los usuarios de Suno y Udio han podido recrear elementos de canciones como «My Girl» de The Temptations, ‘All I Want for Christmas Is You’ de Mariah Carey y ‘I Got You (I Feel Good)’ de James Brown, y podría generar voces que sean ‘indistinguibles’ de músicos como Michael Jackson, Bruce Springsteen y ABBA».
En el mundo de las discográficas, escuchar una canción e inspirarse en ella para crear otra debe ser siempre indudablemente algún tipo de delito: todo aquello que «suene mínimamente parecido» o que «evoque de alguna manera» a una de sus canciones tiene que ser ferozmente perseguido y denunciado. El problema es que sus canciones, como es evidente, pueden ser escuchadas por cualquiera a través de todo tipo de canales, y pretender que un algoritmo, por el hecho de serlo, no pueda utilizarlas en su entrenamiento es algo que un juez deberá dirimir, pero que no está necesariamente tan claro. Y podría (y seguramente debería) ser reinterpretado de maneras que no convengan en absoluto a sus intereses.
De acuerdo con las discográficas, «las compañías han sido ‘deliberadamente evasivas’ sobre el material que utilizaron para entrenar su tecnología, y revelarlo ‘admitiría una infracción deliberada de los derechos de autor en una escala casi inimaginable’». Posiblemente, pero… ¿puedes probarlo? ¿Realmente eres capaz de detectar qué canciones han sido utilizadas en cada momento, como si las creaciones algorítmicas generadas por Suno o Udio fuesen realmente combinaciones estrictas de otras canciones? ¿O se trata más bien de un proceso de remezcla que genera canciones completamente nuevas y que, por tanto, debe ser considerado de otra manera?
En la mentalidad caduca de las discográficas, todo se reduce a supuestamente detectar qué canciones han sido utilizadas. Pero ¿y si lo que hace un algoritmo es simplemente partir de escuchar todas las canciones, como hacemos cualquiera de nosotros, y posteriormente «inspirarse» para crear composiciones completamente nuevas? ¿Que puede imitar voces hasta hacerlas «indistinguibles»? ¿Y qué? ¿Van a llevar a los tribunales a todo aquel que tenga una voz muy parecida a la que aparece en una canción de su supuestamente intocable catálogo?
El copyright, a todos los efectos, es una legislación anticuada y de imposible aplicación en una era en la que todo, absolutamente todo, es una remezcla. Las propias canciones del catálogo de las discográficas llevan toda la vida copiándose unas a otras, replicando estilos o basándose en influencias de todo tipo de músicos, pero ahora vienen las discográficas, por una simple cuestión de dinero, a pretender que un algoritmo no puede hacer lo que los músicos de su catálogo llevan toda la vida haciendo. Todos se copian fondos rítmicos, melodías, instrumentaciones… ¿Por qué? Porque en eso se basa la creatividad.
Espero que el juez al que le toque juzgar esta demanda sea suficientemente abierto de mente y sea capaz de reinterpretar los hechos con arreglo a la realidad, para determinar que si un músico humano puede escuchar cualquier combinación de canciones y crear otra basándose en ellas, un algoritmo también debe poder hacerlo.
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