Si de conexiones cerebrales se trata, podemos hablarte largo y tendido. Ya deberías conocer las mejores películas que muestran una conexión cerebro-máquina y también deberías haber visto cómo algunos hongos infectan el cerebro de los insectos. Eso sí, si hablamos de ganas de ir al servicio, podrías sorprenderte al descubrir que nuestro cerebro tiene mucho que decir al respecto.
El cerebro tiene mucho que decir respecto a nuestra vejiga
Todos hemos tenido que convivir con la creciente sensación de que podíamos habernos ahorrado ese último refresco o ese trago a la botella de agua en un caluroso día de verano, ya que nuestro cuerpo empieza a dar señales de que o buscamos un baño enseguida o vamos a tener un problema de aguas menores. Podemos achacarlo a que nuestra vejiga está llena y que nos indica que hay que vaciarla, pero parece que hay mucho más por descubrir.
La neurocientífica Rita Valentino, en declaraciones recogidas en el medio científico Knowable Magazine, define este comportamiento del ser humano y su vejiga como ‘un ejemplo de una de las cosas más bonitas que el cerebro hace‘. Si te preguntas qué tiene que ver el cerebro en todo esto, ahora te lo contamos.
A pesar de que se llevaba décadas pensando que la sensación de tener ganas de ir al baño era un acto reflejo, podemos afirmar que es un proceso más complejo, explicado perfectamente por la directora de la división de neurociencia y comportamiento en el National Institute on Drug Abuse de EE.UU. En este caso, tenemos que hablar de las denominadas funciones interoceptivas, que son esas sensaciones que proceden de nuestros órganos internos.
Lo primero que habría que conocer, eso sí, son algunos datos curiosos sobre la vejiga. Hablamos de un órgano que es una especie de bolsa capaz de estirarse hasta 6 veces su tamaño y que puede almacenar entre 400 y 500 mililitros de líquido. Se calcula que el 95% del tiempo, la vejiga se encuentra en lo que podríamos definir como ‘modo cerrado’, pasando al ‘modo abierto’ para permitirnos liberar la carga acumulada.
En un principio, allá por la década de 1920, se pensaba que existía una especie de botón de encendido y apagado en el tronco encefálico, para lo que se experimentó con gatos sedados en busca del mecanismo que activaba y desactivaba la vejiga. La investigación, llevada a cabo por el cirujano Frederick Barrington, fue fundamental para entender el papel que juega el cerebro en el uso de la vejiga.
A medida que la vejiga se llena, sensores en su interior y en el músculo detrusor envían mensajes a una parte del tronco encefálico llamada sustancia gris periacueductal, que acaban viajando a una región conocida como ínsula. A medida que la vejiga se llena, más neuronas se disparan en la ínsula. Es aquí donde entra en juego la corteza prefrontal.
La delgada lámina que cubre ambos hemisferios calcula si es el momento correcto para orinar. Si la respuesta es afirmativa, envía una señal de vuelta a la sustancia gris periacueductal y ésta acaba llegando a la vejiga y permitiéndonos liberar las tensiones que hemos acumulado.
Es por ello que cuando nacemos, el acto de orinar sí responde más a un impulso que necesita del cerebro para aprender a controlarlo. De la misma manera, cuando la médula espinal se ve afectada en una persona, las incontinencias pueden aparecer debido a que ese reflejo regresa para vaciar nuestra vejiga. Y, por tanto, si existen condiciones médicas que interrumpen la actividad cerebral normal, como pueden ser el Parkinson o el Alzheimer, también se darán estos problemas en la vejiga.
El artículo Así es como funciona la conexión entre el cerebro y la vejiga y por qué nos dan ganas de orinar fue publicado originalmente en Urban Tecno.
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