El ideal de la web abierta

El CEO de Microsoft AI, Mustafa Suleyman, la ha liado parda en el Aspen Ideas Festival al afirmar, en una entrevista hecha por Andrew Ross Sorkin, que todo el contenido que hay en la web debe ser considerado como fair use, uso legítimo, salvo que se especifique de manera expresa lo contrario.

La afirmación ha escandalizado tremendamente a todos los medios, que informan sobre la cuestión titulándolo de forma tendenciosa como que «Mustafa Suleyman cree que está perfectamente bien robar contenido si está en la web abierta» o «¿Alguna vez has puesto contenido en la web? Microsoft dice que está bien que lo roben porque es freeware«, cuando la realidad es que el contenido en internet, desde sus inicios, está puesto ahí precisamente para ser compartido, y las normas del copyright tradicional derivadas del radicalmente obsoleto Estatuto de la Reina Ana nunca han sido capaces de adaptarse para encajar con ese hecho.

La frase de Mustafa Suleyman es clara y concreta:

«Creo que con respecto al contenido que ya está en la web abierta, el contrato social de ese contenido desde los años 90 ha sido que es de uso legítimo. Cualquiera puede copiarlo, recrearlo, reproducirlo. Eso ha sido “freeware”, si quieres, ese ha sido el acuerdo tácito.»

Y con total sinceridad, estoy completamente de acuerdo. Pienso que asociar el uso de ese contenido de manera automática con el «robo» de algo es una de los mayores errores y, sobre todo, una de las mayores estupideces en las que hemos caído, llevados por industrias con concepciones obsoletas que pretendían que siguiesen funcionando sus predatorios esquemas.

El concepto de propiedad privada surge de forma natural para intentar solventar el problema derivado de la imposibilidad de uso simultaneo de un bien escaso. Sin embargo, cuando hablamos de ideas y de contenidos, y más aún cuando esos contenidos son digitales, ese problema no existe, y por tanto esa propiedad privada no se corresponde con ningún hecho natural. Se trata simplemente de una «pseudo-propiedad» a la que a alguien le dio por llamar «derechos de autor», que supuestamente nacieron para estimular su producción, pero que modernamente fue capturado y prostituido por una serie de compañías que, además de no crear nada, se dedican a explotar miserablemente a los artistas. El contrasentido máximo surge cuando alguien puede acceder a la información, pero supuestamente se le limita su derecho de pensar sobre ella, de reelaborarla, de reutilizarla o de evocarla.

La cosa es muy sencilla: si pones algo en la red de manera que todo el mundo pueda verlo y no dices nada más, estás asumiendo no solo que podrá accederse a ello, sino además, que podrá ser utilizado para lo que se estime oportuno, entre otras cosas, para lo que nos ocupa, que es el entrenamiento de algoritmos. ¿Por qué lo creo? Simplemente, porque es lo mismo que lo veas y tu cerebro lo asimile y lo evoque posteriormente, que el que lo haga un algoritmo. Y que plantear otras ideas, como que por el hecho de crear algo ya tiene que llevar automáticamente y por arte de magia asociado un copyright como si fuera un supuesto «derecho humano», que nos separen de ese palmario sentido común es simplemente artificial y, en la mayor parte de los casos, predatorio.

¿Se puede evitar? Por supuesto: basta con que explícitamente afirmes, junto a tu contenido, que no quieres que sea rastreado por ningún otro motivo que no sea la indexación para que otras personas puedan encontrarlo. Pero en ausencia de una voluntad específica, a mí me parece completamente razonable considerar el contenido de la web como algo abierto, que cualquiera puede ver y utilizar, siempre que no mienta sobre él, que no se lo atribuya como suyo o que no se dedique a tergiversarlo o retorcerlo de manera absurda.

Si, llevados por la codicia de unas pocas compañías que se han dedicado a hacerse con todos los derechos de todo el contenido creado en la historia de la Humanidad para que a partir de ahí todos tengamos que pagarles algo cada vez que es reutilizado, modificamos cosas que van completamente contra el sentido común y contra la forma natural de actuar de los seres humanos, contra aquello precisamente que nos hace humanos, lo terminaremos pagando. No nos engañemos: esas compañías no pretenden «defender a los creadores», sino pura y simplemente explotarlos y hacerse ricas sin haber creado nada, mediante un artificio legal que, desde que existe internet y el contenido está fácilmente accesible a un clic de distancia, jamás deberíamos haber aceptado.

El entrenamiento de algoritmos es una muestra perfecta de ello: si está accesible en la web, tiene que poderse utilizar, y sustituir esa idea natural con otra en la que cada contenido solo está licenciado para que lo use este o aquel mediante contratos leoninos es sencillamente absurdo. Pero sobre todo, es mucho, muchísimo peor para todos. ¿De verdad pretendemos que todo en la web esté cerrado con llave, que no se pueda circular ni ver nada por defecto, y que tengas que pagar para poner una idea en tu cabeza? No, por mucho que una industria nos hayan querido distorsionar la cabeza con el concepto de copyright, eso no debería ser así.

Mustafa Suleyman no es un aprovechado, ni un ladrón, ni pretende robar nada. Apartemos esa estúpida y artificial idea de nuestra cabeza. Simplemente, es una persona con sentido común. Y si ese sentido común termina imponiéndose, estaremos definiendo un futuro mucho más sano y natural para todos, infinitamente mejor que lo que pretenden unos pocos avariciosos.

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