La importancia de la compatibilidad

Dos astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS), Butch Wilmore y Sunita Williams, están a la espera de una decisión que NASA debe tomar sobre su regreso a nuestro planeta. Salieron de él a bordo de una nave Boeing Starliner el pasado 5 de junio para lo que iba a ser una misión de ocho días, pero siguen aún allí porque una serie de problemas técnicos en la llegada de la Starliner a la ISS cuestionan la seguridad de su regreso en esa misma nave, lo que podría hacer que terminasen por volver en próximas misiones llevadas a cabo en naves Dragon de SpaceX.

En su fase final de aproximación a la ISS, la Starliner experimentó una serie de problemas técnicos, con el fallo de cinco propulsores de los veintiocho en total que tiene la nave, y con fugas de helio en el sistema de propulsión. Tras una hora de retraso, los ingenieros pudieron volver a poner en funcionamiento remotamente cuatro de los cinco propulsores defectuosos, pero desde ese momento, NASA ha mantenido una investigación abierta sobre el origen de los problemas de la nave de Boeing, incluyendo tanto el análisis de datos de los propulsores a bordo de la Starliner como pruebas en tierra de réplicas de esos mismos propulsores en las instalaciones de White Sands en Nuevo México. La idea es estudiar el rendimiento de esos propulsores y su probabilidad de nuevos fallos en condiciones similares a las que experimentará la nave espacial cuando se desacople de la ISS y vuelva a entrar en la atmósfera terrestre.

La gran preocupación es que el sistema de propulsión no funcione como debería durante el proceso de combustión de desorbitación, lo que podría eventualmente poner en peligro a los astronautas y aconsejaría optar por una vuelta en una misión posterior en una nave SpaceX, que ya están abundantemente probadas y consideradas muy seguras. De hecho, en este momento la Starliner sigue acoplada a una de las dos bahías de la ISS (la otra está ocupada por otra nave de SpaceX) y la NASA ha pospuesto ya en más de un mes, al 24 de septiembre, la siguiente misión de SpaceX, mientras termina de tomar una decisión sobre la vuelta de ambos astronautas. En ese tiempo, Boeing, por su parte, se ha dedicado a añadir presión afirmando en todos los foros posibles que su nave es completamente segura para el retorno. Si los astronautas tuviesen que volver con la próxima misión de SpaceX, no lo harían hasta su final, previsto para febrero de 2025: una misión de ocho días se habría convertido en una de once meses.

En el medio de todo el problema, además, existe una cuestión de compatibilidad para nada menor: los trajes de los astronautas, cuyo diseño es específico para cada nave. Hay que tener en cuenta que no hablamos de los llamados trajes EVA para actividades extravehiculares, sino de los trajes que se utilizan en el interior de la nave, llamados generalmente trajes de lanzamiento y entrada. Son mucho más ligeros, menos rígidos y más suaves, diseñados fundamentalmente para proteger a la tripulación en caso de pérdida de oxígeno, incendio o circunstancias similares dentro de la cápsula. Los trajes se conectan a la nave mediante un conector único específico para el suministro de aire, refrigeración, comunicaciones y datos de los astronautas, y no existen «adaptadores» que posibiliten conectar un traje a una nave que no es la suya.

En este contexto, el traje diseñado por SpaceX y el creado por Boeing son sensiblemente diferentes: el primero tiene un diseño mucho más futurista, mientras el segundo mantiene un cierto componente de homenaje a pasadas misiones de la NASA. Hay que tener en cuenta que NASA ha tratado en todo momento de tener más de un proveedor para sus misiones, lo que ha hecho que además de financiar sus desarrollos, haya dado amplia libertad a sus diseños. les circunstancias

El problema es que si se decide que la Starliner de Boeing regrese vacía, en el espacio de tiempo que tarda entre desacoplarse y la llegada de la nave de SpaceX, los dos astronautas permanecerían en la ISS sin ningún plan de contingencia para abandonar la estación en caso de emergencia, hasta la llegada de la nave de SpaceX con dos trajes extra para ellos, y esa circunstancia no es aceptable para la NASA: dado que el espacio se considera un lugar inherentemente peligroso y la ISS es ya un diseño antiquísimo sujeto a posibles incidencias, es en todo momento obligatorio que todos los astronautas que permanecen en ella tengan un plan de emergencia válido, y permanecer en la nave con sus trajes de Boeing tras haberse ido la Starliner que los trajo y sin espacio ni trajes para ellos en la otra nave que permanece allí no lo es.

Por tanto, si la decisión de la NASA es que los astronautas, por seguridad, no vuelvan en la misma nave en la que llegaron, tendrían que decidir si vuelan en la misión de SpaceX sin trajes, una opción no exenta de peligro, o si esperan a la siguiente misión, que les llevará trajes adecuados, pero les mantendrá en la ISS hasta febrero. Y obviamente, eso supondría un golpe fortísimo para el ya vapuleado prestigio de Boeing, que muy posiblemente cancelaría el proyecto y dejaría a la NASA en manos de un solo proveedor. La decisión final de NASA será seguramente presentada hoy mismo.

Una decisión compleja, que se establecerá en función de la estimación de riesgo para los astronautas, pero en la que también, como vemos, tendrán impacto otro tipo de cuestiones estratégicas. En el fondo, los problemas de incompatibilidad reflejan un problema inherente a los procesos de innovación: hasta qué punto plantear estándares iniciales que deben necesariamente respetarse durante el desarrollo, frente a dar libertad total al innovador para que plantee lo que quiera desde una hoja prácticamente en blanco. Decisiones de diseño que son, en muchos casos, susceptibles de condicionar opciones posteriores, a veces mucho tiempo después de haber sido tomadas.

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